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Abismo entre el surco y la tarima
Granma vuelve al tema
de los mercados agropecuarios. Más allá de las interioridades de
su funcionamiento, este periplo plantea una urgencia mientras se
resuelve el reto de producir más
HAYDÉE LEÓN MOYA
y
MARIANELA MARTÍN
GONZÁLEZ
Fotos:
RAÚL LÓPEZ
moya@granma.cip.cu
Los Mercados
Agropecuarios Estatales (MAE) fueron concebidos para aliviar a la
población de los excesivos precios que caracteriza a los regidos
por la oferta y la demanda.
El martes 23 de febrero último, un consumidor compra un saco de boniato en el MAE del Wajay, a pesar de la inconformidad de quienes esperan en la cola.
En el Consejo de la
Administración Provincial de cada territorio se fijan mensualmente
los precios topados de los MAE , luego de calcular los estimados de
producción y el consumo histórico. Sin embargo, estos todavía no
se acercan a las posibilidades reales de la media de los cubanos.
En la propia concepción
de estas entidades, expertos en temas agrícolas reconocieron que
los niveles actuales de producción no son suficientes, pero
confiaron en el mejoramiento del proceso de comercialización como
un paliativo para disminuir tarifas.
Granma, durante
un periplo por varios MAE de la capital, constató que no existe una
comunicación clara entre Acopio y los encargados de comercializar
los productos de cara a la población. Más a fondo comprobó que
entre costos y precios existen brechas por reducir; ausencia de
controles que permitan proponer tarifas racionales mediante las
cuales productores y consumidores sean protegidos.
ESTAMOS AUTORIZADOS,
PERO...
MAE de Primera y D, reparto Poey, Arroyo Naranjo. Aquí clasifican los productos por calidad, pero no rebajan el precio según la pierden.
Nosotros tenemos en
cuenta las fichas de costo que nos dan de Acopio para bajar precios
si los productos pierden la frescura, alega Gilberto Godínez,
administrador del MAE del Wajay, cuando dialogamos sobre las
facultades que él tiene para cambiar los importes de las
mercancías.
“Cuando
vemos que algo se nos va a echar a perder, en vez de
desaprovecharlo, lo comercializamos de manera que no nos represente
pérdidas y satisfaga a la población que no está obligada a pagar
un precio topado, como si fuera de primera, por algo sin calidad.
“Sin
embargo, tenemos un problema que nos disgusta. Hace cerca de diez
meses que no nos pagan el 5% de las ventas realizadas. Quienes deben
hacerlo dicen que están estudiando los documentos, porque hubo
cambios en la dirección de Acopio en Quivicán, municipio encargado
de suministrarnos.
La tarima de Segundo es como un oasis en el desierto del MAE de Altahabana, pero los precios están pegados al tope.
“Como
ven, hoy solo tenemos como vianda el boniato. Si viene una
inspección nos califican de regular, porque como mínimo debemos
ofertar 17 productos y ahora solo tenemos 14.
“Cerca
de 2 000 pesos vendemos diariamente. Cuando ofertamos arroz y
frijoles esta cifra se dispara, y se incrementa mucho más si
asisten los concurrentes—productores independientes de las
Cooperativas de Crédito y Servicios (CCS)—con frutos de buena
calidad,” explica.
Godínez, sin embargo,
permite que un cliente compre un saco de boniato. A pesar de la
queja de Ernestina Medina, a quien le preocupa no alcanzar este
producto, él se justifica con que “no existe un reglamento que
prohíba adquirir al por mayor cualquiera de las mercancías.”
Ese día en el almacén
solo quedaba, antes de las 10 de la mañana, un solo saco de la
única vianda en existencia. El administrador no tuvo la previsión
de venderla de modo racional para satisfacer a mayor número de
clientes. Con violaciones como estas, el caldo de cultivo para el
trapicheo adquiere cualidades exquisitas. A pocas cuadras de allí,
el boniato que en el MAE costaba 60 centavos la libra, otro vendedor
en su casa lo comercializaba a tres pesos.
Nos llamó también la
atención que Godinez, por no contar con una oficina, porque un
ciclón le derribó el techo, anda con la recaudación encima.
NO TENEMOS
AUTORIZACIÓN YÁ
Más personas que viandas y vegetales en el mercado de Altahabana.
En el Mercado del
reparto Poey, ubicado en Primera y D, en el municipio de Arroyo
Naranjo, ese mismo día Ignacio Rodríguez, responsable de este y
otros MAE de la referida localidad capitalina, nos dice que él no
tiene autorización para bajar precios, aunque vea que los productos
pierden calidad.
“Sin
contar con un teléfono en la unidad, tenemos que llamar a Acopio de
Güira de Melena para que envíen un especialista y valore cuáles
pueden depreciarse. La llegada de estos muchas veces demora. Cuando
llegan, ya los productos no sirven para el consumo humano,”señala
Rodríguez.
Ciertamente, en la
tarima decenas de mazos de cebolla mostraban las huellas del tiempo;
sin embargo seguían al precio topado en ese momento: seis pesos
cada manojo.
El dilema del 5% por las
ventas, oscilantes entre 2 300 y 2 500 pesos diariamente, no se
repite aquí. Sin embargo Marcos Surís, auxiliar de este lugar, se
pregunta dónde está su salario.
“A
nosotros nos dijeron que nos iban a mantener el sueldo básico, más
el extra por cumplir una serie de requisitos. Desde abril estamos
recibiendo solo la estimulación por las ventas”, afirma Surís,
quien nos lleva al almacén para mostrarnos cómo ellos benefician
los productos.
En las cajas últimas
estaban los más frescos, arriba los maduros y más atrasados. “Por
ese orden se ponen en tarima”, señaló.
Esa es una estrategia
empleada para no desperdiciar la mercancía, pero con ella el margen
de elección se le reduce al cliente que no siempre quiere comprar
los frutos maduros para evitar igualmente la pérdida por
pudrición, y hasta para ahorrarse las colas del mercado todos los
días.
PUEDEN, PERO LA
REALIDAD ES OTRA
En el MAE de Altahabana,
enclavado en calle E, la mañana que nuestro equipo visitó estas
entidades, había una larga cola. La tablilla que mostraba los
precios topados era casi imperceptible, por el lugar donde estaba
ubicada, el tamaño y la poca claridad de los caracteres y números.
Quienes esperaban su
turno, casi todos jubilados, estaban expuestos al sol por mucho
tiempo, pues una sola dependienta vendía, pesaba y cobraba.
Hermes González,
administrador de esta unidad, nos explicó en su oficina que ellos
están autorizados para bajar precios en la medida en que la calidad
de los productos merme.
Si embargo, de lo dicho
por Hermes a la realidad dista mucho. En la tarima unas guayabas
casi podridas se vendían como si fueran de primera: 2 pesos con
cincuenta centavos la libra. La acelga también era pésima y se
proponía al precio topado.
Hay veces que los
productos son tan malos que dan deseos de dar la espalda y dejarlos
ahí. Pero una mesa sin vianda o ensalada es casi inconcebible y por
eso hay que “morir” aquí, alega Marlene Nicieza, cliente que
pone como ejemplo de buen abastecimiento, con precios menos caros,
el mercado de Tulipán.
“Ojalá
me quedara cerca, no tendría que venir aquí. En Tulipán, por ser
del Ejército Juvenil del Trabajo, existe un control por parte de
las autoridades que garantiza el respeto a los consumidores”, dice
Marlene.
En otra tarima del
mercado de Altahabana, el productor Segundo Chávez, de la CCS
Eduardo García, de Quivicán, junto a su esposa vendían “como
pan caliente” productos con muy buena presencia, a precios
topados.
“Vengo
aquí porque es un deber que tengo con mi organización, la
Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, pero me da más
resultado quedarme en la finca atendiendo los cultivos, y dejar que
Acopio se encargue de traerlos”, declara.
A los pocos días,
cuando visitamos la finca Mi Retiro, de su propiedad, comprobamos
que la col en esta época del año tiene un costo de producción
bajo: 45 pesos el quintal; por lo cual podría ser más barata en el
mercado y no venderse a peso la libra, como casi todos la
comercializan en los MAE, incluso este productor.
“Aunque
los precios topados se establecen en reuniones donde estamos
representados, a veces no se tiene en cuenta el costo real de la
producción. Obtener un quintal de remolacha nos cuesta ahora 50
pesos, con rendimientos buenos; y en cambio el precio topado
generalmente triplica el valor del costo. Igual cantidad de
zanahoria se monta en 62 pesos, y se vende casi siempre a 150 el
quintal”, continúa diciendo Chávez.
“Por
el contrario, el plátano fruta que rinde poco, tiene un costo de 75
pesos el quintal y se comercializa a 80. La malanga nos deja mucha
ganancia, pues un quintal cuesta 139 pesos con rendimientos de 3 000
quintales por caballería, y por lo general se le vende a la
población a dos pesos con cincuenta centavos la libra. Por eso hay
productos que estimulan más los deseos de sembrar que otros”,
concluye el campesino.
4447 + CONTROL +
INFORMACIÓN = MEJOR MAE
Ante el dilema de los
costos y los precios, y la estimulación por el resultado de las
ventas a los trabajadores de los MAE, Vicente Martínez, director de
la Empresa 19 de Abril, de Quivicán, admite que la falta de control
y de información a las administraciones de esas plazas
comercializadoras, ha generado la confusión existente y por tanto
el mal funcionamiento de esas unidades.
“No
hay justificación para que los MAE estén desabastecidos. Cuando
eso ocurre es porque los administradores rechazan los productos que
les ofrecemos, y no tienen una buena gestión que contempla comprar
viandas, hortalizas, granos y frutas en CCS y organopónicos
cercanos. Cada mercado tiene un fondo de 3 000 pesos con el que
puede operar para que no surjan crisis en las tarimas.
“La
cifra 4447, que significa cuatro viandas, igual número de frutas,
igual cantidad de granos, y siete hortalizas, es una clave para
calificar los mercados. Nosotros estamos sembrando en función de
esa demanda, incluso pensamos incrementar las ofertas.”
Carlos Castillo,
director de Acopio en Quivicán, explicó que los administradores de
los mercados tienen no solo la potestad, sino la obligación de
bajar los precios cuando los productos pierden calidad.
En cuanto a la
estimulación, aclaró que: “solo se paga el 5% de las ventas
ejecutada si se cumplen varios parámetros de calidad que incluye el
buen trato al consumidor, el beneficio a los productos, la ausencia
de pérdidas, mermas por debajo del 4%, y si la oferta es menor de
17 productos sistemáticamente, entre otros requisitos”.
El pago de la
estimulación de estos mercados se ha visto afectado principalmente
por pérdidas que están sometidas a investigación en estos
momentos, afirma Castillo, quien aclara que los dos MAE enclavados
en Quivicán reportan ventas muy superiores a los de Altahabana y
Wajay, aun cuando en los de la capital la demanda es mayor.
Aumentar las
producciones y establecer los precios de acuerdo con los costos y la
época del año, es, según expertos de la Agricultura (entre ellos
el director de la 19 de Abril), lo primero para mejorar los MAE.
Sin embargo corroboramos
que lo urgente es controlar y poner orden, porque en definitiva los
mercados son la cara visible, donde se juzga la vergüenza de los
hombres del campo que no renuncian a producir más. |