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Alas para bailar
TONI PIÑERA
Entretejer
la cubanía en el movimiento, decir con la danza lo nuestro de manera
original, fundir las raíces y sumar de los otros (en el sentido
universal). Eso y mucho más hace Lizt Alfonso con su compañía que
cosecha éxitos y ovaciones ante cada presentación, en la sala
García Lorca del GTH, con el agradable espectáculo Alas que se
mantiene en la cartelera este fin de semana en el teatro de Prado y
San Rafael, La Habana Vieja.
Con esas Alas, cuatro
letras que unidas conjugan distancia, fuerza, vuelo, encuentros,
luchas, y también baile, la directora y coreógrafa se ha puesto a
volar alto por el camino cubano de la danza, donde desde ya va dejando
una impronta de la cual mucho dará de qué hablar. Desde que se
descorren las cortinas en los espectáculos de Lizt Alfonso, los del
lado del aplauso reciben algo diferente. Las bailarinas se mueven de
forma distinta y a la vez igual: son movimientos diversos reunidos en
uno solo. Hombros y caderas convulsionan la escena y hablan de tú a
tú con un port de bras muy clásico, y en los bajos, los tacones
repiquetean hasta más no poder, el gesto es seguro, hay fuerza en el
baile, una magia particular que electriza al auditorio... Hay folclor,
ballet, danza, baile popular, y por supuesto español. Pero importante
es subrayar que no han pasado en estado “puro”, o como copia fiel
semejante a la que da un espejo, pues de proceder así, escapados ya
del marco original que los fecunda, en la escena perderían efecto,
brillo y atracción. Se les ha dado, pues, un tratamiento creativo que
no desvirtúa lo esencial e importante: el espíritu popular que los
anima. Un eclecticismo de la danza, unido por algo fundamental y que
impresiona en esta compañía: el nivel técnico de sus integrantes.
Detrás están,
indudablemente, los profesores de cada especialidad, y entre los que
destacan nombres como los de Silvina Fabars, primera bailarina del
Conjunto Folclórico Nacional y Lena Delgado, que formó parte de las
filas del Ballet Nacional de Cuba, y por supuesto el de su directora,
y otros que aportan sus enseñanzas y afirman la fibra esencial del
baile en el Ballet Lizt Alfonso.
Hay Alas... para ser,
para perpetuar, para existir, para luchar, para el feeling
(excelente momento lírico en el que se acompaña el baile, muy
originalmente, con la incomparable voz de Míriam Ramos), para
vivir (un hermoso y fuerte cuadro bailado con fuerza y que cierra
el primer acto). Para el segundo quedan Alas... para el swing (aquí
se observa también el mestizaje amplio que permeó a Lizt con lo que
aprendió viendo no solo a nuestra Alicia, a Gades, sino también a
Fred Astaire y Gene Kelly), o para el compás (repleto de
humor, y por qué no utilizarlo si es savia viva en el cubano, es
parte nuestra y no está vedado para la danza o el ballet, donde hay
muchos ejemplos), y para volar, cuadro que pone el punto final.
Fuerza en el baile,
lirismo, humor, alegría, ganas de hacer y de ser distintos, se
reúnen en Alas, donde tiene un papel preponderante también el
trabajo de diseño de escenografía (de impactante sencillez y
funcionalidad) y de vestuario (informal y teatral a la vez) —que
aportan una nota de colorido, buen gusto y elegancia—, de ese
artista que es Ricardo Reymena, y la labor del grupo musical que
aborda los más variados ritmos con excelencia y profesionalismo.
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