En la cárcel de Boniato preparaba la próxima batalla

MARTA ROJAS

Hasn transcurrido 51 años del asalto al Moncada. Aquel hecho reveló al pueblo cubano la presencia de un nuevo líder y produjo una dirección muy diferente a cuantas habían existido en Cuba. Había un programa revolucionario que recogía los anhelos de varias generaciones de luchadores y la voluntad de cumplirlo.

Para casi todo el mundo aquel hecho por sí mismo demostraba una valentía y arrojo extraordinarios, con los cuales el joven abogado Fidel Castro se ganaba el respeto y la simpatía. Pero pocos sabían entonces que la acción iba mucho más lejos, que se trataba de una remoción de las estructuras de la nación, contando con el pueblo.

Fidel es interrogado en el Vivac Municipal de Santiago de Cuba.

En su alegato de autodefensa el jefe del asalto al Moncada precisó que él contaba con el pueblo y estaba seguro de que este le habría respondido si no hubiera fallado el asalto por sorpresa. Si hubiera podido comunicarse con el pueblo. Esa idea es la columna dorsal de la Revolución Cubana, alcanzada en breves años después de aquel día. "Yo creo en el pueblo".

Durante el juicio —su victoria estratégica— él y sus compañeros denunciaron los crímenes atroces, las ejecuciones extrajudiciales, para decirlo con una frase contemporánea, y los acusados se convirtieron en acusadores. Este hecho y el programa que planteó y trazó la forma de cumplirlo han convertido el asalto al Moncada en una fecha histórica de trascendencia nacional e internacional.

Bien se sabe que el 26 de Julio de 1953 fue seguido del Granma. El Granma abrió el sendero del glorioso Ejército Rebelde, y la táctica y estrategia de Fidel condujeron a la victoria del Primero de Enero de 1959, con la unidad más amplia que fuera imaginada entre todas las fuerzas revolucionarias y el decisivo apoyo popular.

En fecha como esta vale la pena recordar episodios, al parecer pequeños, pero cuya suma importancia y profundidad han traído las glorias que Cuba festeja.

La cárcel de Boniato fue un bastión indoblegable limitado al espacio de una celda durante muchos días de los 76 que transcurrieron desde el primero de agosto de 1953 —en que fue hecho prisionero Fidel por el honorable teniente Sarría, de excepcional pundonor, quien incumplía la orden de todos sabida de darle muerte "en combate" al joven jefe revolucionario cuando se le hallara—hasta el 16 de octubre en que terminaría el juicio del Moncada, con la histórica autodefensa conocida como La historia me absolverá.

Defensa de un hecho, no de una persona: el hecho defendido era el Programa del Moncada, inspirado en la continuación de una lucha que ya tenía más de 80 años. En Boniato se gestó ese discurso impresionante e imperecedero en la historia de Cuba y del mundo.

Después de la segunda sesión del juicio iniciado el 21 de septiembre, el doctor Fidel Castro no fue llevado más a la Sala Primera de la Audiencia de Oriente, donde se ventilaba el proceso conocido como Causa 37 de 1953. Eran demasiado contundentes las acusaciones y revelaciones para ser soportadas por el régimen de facto, devenido cruenta tiranía, que apelaba a los peores métodos criminales, desde el mismo día 26 de Julio, con independencia de los antecedentes delictivos y golpistas de Fulgencio Batista.

Raúl se atribuyó valientemente la responsabilidad del asalto.

Podemos pensar, y creo que pensaríamos bien, que desde el primero de agosto, cuando Fidel era interrogado en el Vivac Municipal, ya marcaba las bases de la autodefensa del programa revolucionario. Un periodista de una emisora radial santiaguera —Selva Yero— tuvo la osadía de grabar sus primeras manifestaciones y difundirlas por la radio; fueron breves, y en ellas el joven líder se responsabilizaba con la acción y los propósitos transformadores por los que luchaban. La cinta sería incautada por el ejército de la tiranía, pero hubo muchas personas que escucharon su voz, una voz de nuevo contenido. De allí, en horas de la noche sería trasladado a la cárcel de Boniato en el propio automóvil del supervisor militar del reclusorio, teniente Jesús Yánez Pelletier, junto a las dos mujeres combatientes del Moncada, Haydée Santamaría y Melba Hernández. Ambas habían sido testigos de los primeros y atroces crímenes cometidos el 26 de Julio con los prisioneros del Hospital Civil, entre los que se encontraba Abel Santamaría.

Unos días antes había sido hecho prisionero Raúl Castro Ruz, a la sazón apenas salido de la adolescencia, quien al no saber qué había sucedido con Fidel y sus demás compañeros se atribuyó valientemente la responsabilidad del asalto al Moncada, en declaraciones que reflejaba la prensa local. Pensaba que si Fidel estaba vivo podría salvarlo.

Una vez en Boniato el jefe de la acción fue separado de sus compañeros que lograron escapar de la matanza llevada a cabo contra los prisioneros, en su inmensa mayoría gracias a la solidaridad del pueblo. Como el mismo Fidel diría en el alegato del 16 de octubre, en su condición de acusado y abogado defensor no tuvo oportunidad ni de ver el sumario de la Causa, entre un cúmulo enorme de irregularidades del proceso.

No obstante, en Boniato, la cárcel provincial de Oriente, fue donde los asaltantes se empeñaron y lograron mantener una comunicación inmediata con él, burlando el aislamiento de que era objeto. El ingenio empleado para lograrlo no estuvo exento de múltiples riesgos e incluyó la ayuda ocasional de otros reclusos comunes e incluso de algunos custodios y empleados de la prisión. El flujo de información le era imprescindible a Fidel para preparar su alegato. Como jurista sabía la importancia de un cambio de impresiones con el defensor de la mayoría de sus compañeros, el doctor Baudilio Castellanos, abogado de oficio, a quien conocía de sus años en Mayarí y compañero en muchas luchas estudiantiles en la Universidad de La Habana. Sin embargo, ello no le fue posible, como tampoco entrevistarse con el doctor Jorge Pagliery, decano del Colegio de Abogados.

En esas circunstancias, nuevamente Raúl jugó un papel fundamental. Fue él quien se entrevistó con Baudilio Castellanos (Bilito) y le comunicó la estrategia trazada por Fidel para desarrollar el juicio en el cual tenía que impugnarse de manera contundente la versión oficial de los hechos: deshacer las mentiras atroces difundidas por la tiranía y denunciar los crímenes cometidos contra los revolucionarios detenidos en las primeras horas y en días posteriores, quienes aparecían ante la opinión pública como "combatientes muertos en combate", y sumaban decenas. Solo el 26 de Julio hubo 48 asesinatos.

La vida solitaria en la celda de Boniato fue de constante actividad intelectual y vigilancia. Fue allí donde Fidel preparó la próxima batalla. Según un acusado que introdujeron en su celda en vísperas del 16 de octubre —Gerardo Poll Cabrera—, obrero ferroviario que nada había tenido que ver con el Moncada pero resultó sospechoso por sus frecuentes viajes a Santiago y antecedentes sindicales, Fidel no cesaba de trabajar, escribía notas y le adelantaba con pasión y seguridad lo que habría de decir el día del juicio. Recordaba este testigo excepcional cómo toda la noche anterior al 16 de octubre estuvo su compañero de celda elaborando minuciosamente lo que sería La historia me absolverá, memorizando cada concepto, cada palabra. Conceptos y palabras que impresionarían hasta a los propios guardias que custodiaban el interior de la sala de estudio de las enfermeras del Hospital Civil, donde le celebraron el juicio. Por eso él diría en su discurso:

"¡Gracias por la seria y amable atención que me están prestando! ¡Ojalá tuviera delante de mí a todo el Ejército!"

En cuanto a su propia valoración de la acción del Moncada y su vigencia, recordemos las palabras del Comandante en Jefe en el discurso por el XX Aniversario de la gesta:

"El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias. No fue la única amarga prueba de adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Trincheras de ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras. Nos mostró el valor de una doctrina, la fuerza de las ideas, y nos dejó la lección permanente de la perseverancia y el tesón en los propósitos justos".

Vale tener en cuenta también un testimonio de Raúl en el octavo aniversario del Moncada que publicara en la revista Fundamentos, refiriéndose a la organización del asalto:

"Estábamos de acuerdo y teníamos conciencia de que era necesario para destruir la tiranía, poner en marcha un movimiento de masas; pero con los antecedentes expuestos ¿cómo lograrlo?. Por aquellos tiempos Fidel decía: `Hace falta echar a andar un motor pequeño que ayude a arrancar al motor grande'.

"El motor pequeño era una acción inicial con aquellos jóvenes que, marchando casi militarmente, lo seguían aquel 28 de enero de 1953 y que, unas veces en pequeños grupos introducidos en la Universidad y, otras, en pequeñas fincas propiedad de campesinos amigos en el interior de la provincia de La Habana, habían ido recibiendo instrucción militar elemental, con manejo de armas y algunas prácticas de tiro".

Eran los jóvenes revolucionarios que, sin ninguna ayuda exterior ni de otros partidos políticos, engrosaron las filas del heroico contingente para ofrecerlo todo. Y todo es hasta lo más preciado: la vida por una convicción de justicia social y remoción hasta las raíces de las lacras y la explotación de la vieja sociedad.

"Únicamente inspirados en tan elevados propósitos, es posible concebir el heroísmo de los que cayeron en Santiago de Cuba", ratifica Fidel en La historia me absolverá, que precisamente este año cumple 50 años de haber sido editada clandestinamente, por primera vez.

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