El primer 26 de Julio de la Revolución triunfante

Los campesinos invaden la capital

ARNOL RODRÍGUEZ CAMPS

La Habana, Julio 26 de 1959. En esa fecha, ya grandiosa en sí misma, no sólo se celebró el primer 26 de Julio de la Revolución victoriosa. La conmemoración fue además una formidable muestra de solidaridad entre la ciudad y el campo; entre los habaneros y los campesinos. Nunca antes brilló tan alto la fraternidad entre los cubanos. Las puertas de las casas capitalinas se abrieron para recibir a sus coterráneos de las zonas rurales.

Y no sólo se abrieron las puertas, también se abrió la intimidad de los hogares para acoger en el seno familiar a los guajiros que arribaron en forma multitudinaria. Fue un verdadero suceso de convivencia social; la más vívida expresión del sentimiento que siempre debiera prevalecer entre las personas.

Solo una Revolución como la nuestra podía concebir y lograr que se limaran de un tirón añejos prejuicios y se dieran la mano de igual a igual el guajiro y el citadino. En esa forma se desarrolló la concentración campesina celebrada en La Habana en el Año de la Liberación.

A la capital llegaron campesinos procedentes de áreas rurales cercanas y desde recónditos y casi inaccesibles lugares de la campiña cubana. Llegaron por muchas vías y medios: ferrocarril, ómnibus, camiones y hasta en diferentes caballerías, una de las cuales venía desde Yaguajay con Camilo Cienfuegos al frente. Quizás las fotos que se hicieron en esa ocasión, sean de las últimas imágenes que nos quedaron del legendario guerrillero.

Otra característica de aquella jornada, en la que se conmemoraba el sexto aniversario de los ataques a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, fue que se efectuó con la ausencia formal de Fidel de su cargo de Primer Ministro. Una renuncia que no había sido aceptada por el Consejo de Ministros, ni por nadie, ya que todo el pueblo abogaba por su reintegro. Incluso el Comité Ejecutivo de la Central de Trabajadores (CTC) había orientado un paro general laboral de 10 a 11 de la mañana del jueves 23 de julio, en demanda de que Fidel asumiera nuevamente el cargo. Este fue un paro total, absoluto, de uno a otro extremo del país, convocado por los propios obreros.

Todas esas acciones y otras que conformaron tan singular fiesta de pueblo y de historia, enaltecieron la confianza y la fe en el curso exitoso de la Revolución. Los acontecimientos de aquel día, sus antecedentes y secuelas, ofrecen material suficiente para más de un artículo o comentario periodístico.

De entre todos esos hechos, vale mencionar el papel desempeñado por la publicidad comercial, que aún mantenía su potencialidad.

En aquellos días próximos a la fecha del 26 de Julio, se vivía un clima de conmoción social y emocional, marcado con el ingrediente de la victoria popular que significó la salida de Urrutia de la presidencia de la República, nueve días antes.

En ese contexto la prensa de la época y sus mantenedores, los anunciantes, un tanto agazapados ambos en espera de mejores oportunidades, pero habilidosamente diligentes, optaron por las relaciones públicas, granjearse buena voluntad y sumarse al ambiente popular que fluía con la presencia de los campesinos y la celebración del 26.

Tanto los anunciantes como los medios respondieron positivamente a la solicitud de los organizadores de los actos y desplegaron la más costosa e intensa campaña publicitaria jamás realizada en Cuba, en un lapso tan corto, sin antecedente alguno en ningún tipo de campaña comercial. Y esa campaña, que contó con la tecnología y el talento de los comunicadores profesionales, fue cubierta totalmente por los propios anunciantes y medios publicitarios, sin que tuviera que costear el Gobierno Revolucionario ningún espacio mediático.

Son muchas las anécdotas que pudieran contarse por la presencia masiva de los campesinos. Téngase en cuenta el año en que todo esto sucedía y que apenas transcurría el séptimo mes del triunfo revolucionario. Cuando aún no se había alfabetizado al pueblo, cuando la estructura de la sociedad era la misma de la neocolonia humillante y discriminatoria, cuando eran miles los campesinos que nunca habían salido de sus comarcas, que aún no tenían acceso a la electricidad y menos a la televisión, que ignoraban lo que era el cine.

¡Cuántas cosas descubrieron los campesinos en su contacto con la vida moderna de La Habana, algunas de las cuales solo conocían de oidas y otras las ignoraban completamente! También puede decirse que los residentes de la cuidad conocieron la sabiduría, nobleza y sinceridad de los campesinos y aprendieron de ellos.

Muchos "guajiros" comprobaron que se puede pasar bajo el agua sin mojarse, por luminosos túneles. Subir los edificios por elevadores como si fuera arribar por dentro a la cima de una loma. Contemplar la majestuosidad de la ciudad desde lo alto de elevados edificios. Visitar los más atractivos cabarets. Admirar en el Zoológico los más extraños animales. Caminar más de una legua sobre asfalto y concreto, sin pisar tierra ni fango.

Más de uno de ellos se sorprendió de las posibilidades de la electricidad, con la que se podía alumbrar las calles y exhibir la multiplicidad de colores de las vallas anunciadoras. Iluminar la noche como si fuera de día. Creer que la incandescencia de los bombillos eran estrellas que habían bajado.

Sin embargo, lo más impactante de aquellos días, lo que debe haber quedado en la memoria más allá de las luces multicolores, es la experiencia vivida aquel 26 junto a miles y miles de compatriotas en la Plaza de la Revolución. El hecho de haber estado cerca de Fidel, de Lázaro Cárdenas, entonces presidente de México e invitado de honor a los festejos; al recién designado presidente Osvaldo Dorticós y otros dirigentes. Haber disfrutado la oportunidad de presenciar el retorno de Fidel al cargo de Primer Ministro. Formar parte de los protagonistas que gritaron con estentóreo entusiasmo esa decisión, levantar los machetes y lanzar al aire sus sombreros de yarey, los cuales descendieron como una lluvia de alegría y esperanza que irradiaba a todos los presentes.

En esos momentos creció y se fortaleció la nación cubana. Nuestra ya soberana nación.

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