Che, ajedrecista de primera fila

José Antonio Fulgueiras

José Raúl Capablanca fue quien inspiró al Che a amar al ajedrez. En 1939, en Alta Gracia, el pequeño Ernesto aprendió a mover las piezas con la familia española Aguilar. Ese mismo año siguió con deleite el campeonato mundial celebrado en Buenos Aires, donde brilló el Gran Maestro antillano, y oyó, por vez primera, el nombre de Cuba.

En México, en los albores de la expedición del Granma, jugó varias partidas con Alberto Bayo, preparador de la guerrilla y un fuerte rival. Con el mismo ímpetu que se preparaba para el futuro desembarco trataba de vencer al talentoso Bayo, lo cual consiguió en más de una oportunidad.

Su mochila serrana e invasora siempre tuvo, entre libros y mapas, que ceder un espacio para un juego de ajedrez. También jugó en su estancia en el macizo montañoso del Escambray y movió sus tropas en la Batalla de Santa Clara como un genial ajedrecista que diera jaque mate a las huestes batistianas posicionadas en la ciudad.

Fue, junto a Fidel, desde el triunfo de enero de 1959, un genuino impulsor del juego ciencia en nuestro país. Como activo practicante, primero rivalizó en la tercera categoría, con tan buenos resultados que pasó de inmediato a la primera división.

Cuando era Ministro de Industrias participó en varias competencias. En 1963, pese a sus múltiples obligaciones, terminó segundo en un evento dentro de su Ministerio. Y fue, tal vez en un recuerdo agradecido desde su niñez, el creador de los torneos Capablanca in Memoriam.

En desafíos de simultáneas, entabló con figuras luminarias como los grandes maestros Mijail Tal, Miroslav Flip y Miguel Najdorf. A este ultimo, mejor jugador del mundo a ciegas, le sacó una estimulante división del punto, pues según comentó posteriormente, el "Viejo" le había ganado en Argentina cuando el Che era estudiante de Medicina.

Dicen los especialistas que su juego era táctico, siempre al ataque. Gustaba de los jaque mate en tres movimientos y de resolver posiciones complicadas apelando a su gran poder imaginativo.

Martín Chivás, Ishirini, uno de sus más fieles soldados en la Guerrilla del Congo, con picardía y sano humor me contó en una ocasión:

"El Che nos enseñaba también a jugar ajedrez, mas nunca nos daba la última. Cuando alguno de nosotros cogía un poco de alita, él hacía así: inventaba una jugada, tiraba la pieza sobre el tablero y gritaba: ¡Jaque mate! Siempre pensé que a cada rato nos hacía sus trampitas, pero como él era el que más sabía quién le iba a discutir."

Por todo esto, y por muchas cosas más, ayer fue un día grande para el ajedrez. Con una gigante y maravillosa simultánea se le rindió tributo al Quijote de los trebejos, un guerrillero de la luz, al que todo el mundo quiere recordar.

Más información: www.granma.cubaweb.cu/eventos/oli2/

 

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