20 de Octubre, Cultura y Revolución
Aquel día en Bayamo, este día en Cuba
PEDRO DE LA HOZ
El
símbolo que representó hacer vibrar en el aire por primera vez
hace 135 años en Bayamo la letra y la música del Himno Nacional se
ha multiplicado de manera extraordinaria en la Patria de estos
días.
Si todavía entonces en
la villa oriental eran cientos los que inflamaron sus corazones ante
un canto aguerrido, en el inicio de una gesta preñada de
obstáculos y vicisitudes por hacer suyos la idea de la nación
cubana, hoy sumamos millones los que en un territorio independiente
y soberano, orgullosos de haber fraguado una irreductible identidad
y un irreversible proyecto de equidad y justicia, y de defenderlo
hasta las últimas consecuencias, vivimos el sueño real de una
revolución cultural sin precedentes.
Se ha dicho, con
absoluta y consistente razón, que el acontecimiento cultural más
importante del último medio siglo cubano ha sido la Revolución
misma. Pero habrá que decir hoy que lejos de agotarse en sus
planteos de partida —una campaña de alfabetización ejemplar a
escala mundial, la universalización de la enseñanza, la
instrucción al alcance de todos, el rescate y reivindicación de
los valores patrimoniales, la dignificación del trabajo
intelectual, el estímulo al talento artístico y literario, en fin,
la jerarquización de la cultura como elemento sustancial en el
desarrollo humano—, la Revolución se ha propuesto, y lleva
adelante con denodados esfuerzos, alcances inéditos, mucho más
sorprendentes cuando se sabe que tienen lugar en medio del
recrudecimiento de la hostilidad del imperialismo norteamericano y
sus desplantes hegemónicos.
Pudiera hacerse un
recuento de lo que aportan en términos de avance cultural la actual
Batalla de Ideas y los programas que como parte de esta se cumplen
puntual y rigurosamente. Pero quizás sea mucho más pertinente, un
día como hoy, sacar cuentas acerca de lo que todo ello implica para
el presente y el futuro de la nación cubana.
Nos hallamos inmersos,
como nunca antes, en un radical y profundo proceso de masificación
de la cultura, en el que las más diversas fuentes de conocimiento
son accesibles a la totalidad de la población.
Como nunca antes
también, la comunicación entre las vanguardias política y
artística se manifiesta articuladamente mediante un diálogo
fecundo que se traduce en una influencia creciente del arte y la
literatura en la elevación de la calidad de vida de los cubanos.
La aspiración de
propiciar a cada uno de los actores de nuestra sociedad una cultura
general integral dista de ser una quimera para convertirse en una
promisoria realidad.
Solo un pueblo
enriquecido espiritualmente, consciente de su dignidad, y lúcido
ante los desafíos de esta época, puede ser dueño a plenitud de su
destino. Un pueblo que tiene como principio, como lo dijera Fidel,
que sin cultura no hay libertad posible.
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