Sevilla-Camagüey, sin escala

A 70 años de la travesía más larga realizada sobre el mar hasta entonces: dos españoles recorrieron 4 544 millas de una sola vez, y en las tierras agramontinas y habaneras les rindieron altos honores

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Para los hombres de entonces el acontecimiento fue un desafío a las reglas de la naturaleza y el tiempo, un alarde de modernidad. El 11 de junio de 1933 se hizo realidad el primer vuelo trasatlántico desde Sevilla, España, hasta las tierras cubanas de Camagüey, y el hecho lo protagonizaron los pilotos capitán Mariano Barberán Tros y el teniente Joaquín Collar Serra.

El vuelo sin escala Sevilla-Camagüey era, hasta esa fecha, la travesía más larga realizada sobre el mar. Fueron recorridas 4 544 millas de una sola vez en el avión de pequeño porte llamado Cuatro Vientos, después de despegar del aeropuerto de Tablada casi 40 horas antes.

Las maniobras de la partida y del aterrizaje las hizo Collar, mientras que las del mando del Cuatro Vientos las acometió Barberán. Con un adelanto en las previsiones de entre dos y cinco horas, llegaron a Camagüey a las 3:30 de la tarde de un día soleado, y al término de la sensacional ruta aérea los agramontinos recibieron con júbilo a los intrépidos protagonistas.

Y si en aquella zona de la Isla el recibimiento a los dos hombres fue con altos honores, la capital no quedó a la zaga, y La Habana acogió con fervoroso entusiasmo a los dos españoles de merecimientos. Ellos, en gesto de respeto, depositaron ante la estatua de José Martí, en el Parque Central, una ofrenda floral.

"Nos despedimos del pueblo de Cuba y de nuestros hermanos españoles, ya que ambos, unidos, nos han hecho pasar horas de gratísimo e imborrable recuerdo en los días que hemos pasado en esta hermosa tierra", fue el testimonio de los pilotos unas horas antes de su partida hacia México, en cuya ruta perdieron el rumbo para un sorprendente final trágico de nunca jamás. Barberán tenía 40 años y era un hombre muy serio. Collar solo 24; dicen que era bien parecido y gustaba de las bromas. A la memoria de aquella hazaña se levanta un monumento en la ciudad de los tinajones.

 

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