Fuentevaqueros,
en Granada, lo vio nacer el 5 de junio de 1898. Sería él, Federico
García Lorca, el poeta romántico, el del exultado verso y
dramático teatro. Hombre español y universal, culto y popular,
prodigó su obra como quien siembra puñados de estrellas en cada
línea escrita. Ahí nos dejó el Romancero gitano, Poeta
en Nueva York, Cante jondo, y esos dramas convulsos, de
entretejidas pasiones, como Yerma y Bodas de sangre.
El poeta y dramaturgo estuvo en Cuba en la primavera de 1930 y
ofreció conferencias sobre Góngora, las nanas españolas, Soto
Rojas y el cante jondo. En un extenso periplo por la Isla, viajó a
Cienfuegos, Varadero, los valles de Yumurí y de Viñales, Sagua la
Grande, Caibarién, Santiago de Cuba y la Ciénaga de Zapata.
A sus padres escribió: "Si yo me pierdo, que me busquen en
Andalucía o en Cuba", tal era su admiración por esta tierra
que retrató "de palma y canela", y en sus días cubanos
compartió con lo más exclusivo de la sociedad de entonces pero,
también, visitó cuarterías y recorrió las calles de la capital
para hablar con la gente de pueblo.
De esas andanzas cubanas es menos conocida su presencia
imprevista en Caimito del Guayabal, cuando regresaba de un viaje por
las tierras de Vueltabajo. De esa noche asombrosa en la que sentado
en uno de los bancos del parque declaró no moverse de allí en toda
la vida, quedaron los versos de Cielo Vivo. Y también, el
poeta todo nervio y pasión asistió en una sala de fiesta a la
prodigalidad de las frutas del trópico y a la armonía del son
venido de músicos mulatos.
Dulce María Loynaz, nuestra poetisa Premio Cervantes, lo
recordaba fascinante, todo alegría y lleno de bondad. Así nos
queda Lorca, el eterno cazador de luz con risa de niño, ser
expansivo como quien derrama cada vez el caudal de un alma inmensa e
inagotable.
Ese era el granadino, el andaluz, el español, el universal
hombre surtidor de cantares, misterios, lunas, puñales, caballos,
rosas y guitarras de quien se ha dicho se debe "la exuberante
floración de los romances, el auge de la canción popular, el
retorno a las tradiciones nacionales, la exaltación de lo típico y
regional".
En su Granada natal también fue fusilado a mediados de agosto de
1936. Federico García Lorca, antifascista, estuvo entre las
primeras víctimas del franquismo en la España inmensa a la que
amó y en la que, inevitablemente, sufrió. Pero en lo entrañable
nos queda el imperecedero andaluz. Por siempre estará de la mano de
la tierra en convite, de los alelíes, del hálito humano y de las
cerrazones de la muerte, en una contrastante y conmovedora eclosión
de vida.