ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Mijaín López Foto: Archivo

Naciones Unidas sostiene que «el deporte tiene el poder de cambiar el mundo e históricamente ha desempeñado un papel importante en todas las sociedades, ya sea en forma de competiciones deportivas, de actividad física sin más, o incluso de juegos. Es un derecho fundamental y una herramienta poderosa para fortalecer los lazos sociales y promover el desarrollo sostenible, la paz, el bienestar, la solidaridad y el respeto».

Esa definición del principal ente multilateral del mundo llevó a que su Asamblea General, el 23 de agosto de 2013, estableciera el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz. La fecha escogida fue la del 6 de abril, con lo cual se homenajeaba la misma hoja del almanaque de 1896, cuando, tras los esfuerzos del Barón de Coubertin, se inauguraban los I Juegos Olímpicos de la era moderna, en Atenas, Grecia.

Sí, el deporte no es un hecho aislado, sino que está signado por los avatares sociales que, como polvorín, hacen explotar los intereses políticos obedeciendo a los designios económicos. En el ámbito deportivo se vive la misma desigualdad que experimenta el planeta, y como en este, el pez grande se come al chiquito, aunque siempre hay uno o más David que logran, también por una mirada social diferente, ocupar espacios en los más selectos podios.

Después de que se fundara la ONU, el 24 de octubre de 1945, supuestamente para vivir en paz luego de los desmanes de la II Guerra Mundial, y evitar una tercera, hoy vivimos amenazados por esa posibilidad, por la misma voracidad imperial que la anterior. Y de esa incertidumbre, ¿paradójicamente? el deporte ha sido parte, pero no como dice Naciones Unidas, «para fortalecer los lazos sociales y promover el desarrollo sostenible, la paz, el bienestar, la solidaridad y el respeto». Todo lo contrario, lo han tomado para azuzar los odios.

La situación en Ucrania, diseñada, aupada, creada y sostenida por Estados Unidos y la OTAN, ha quebrado de golpe y porrazo las eliminatorias del campeonato mundial de fútbol Catar-2022, el certamen del orbe del voleibol masculino y la olimpiada mundial de ajedrez, a causa de la rusofobia implantada y ordenada; también se intentó, sin éxito, boicotear los Juegos de Invierno de Beijing y, ahora mismo, en el propio portal de la casa imperial más poderosa del orbe, una trasnochada idea pretende revertir la institucionalidad de un deporte como el beisbol, que tiene una Federación Internacional, adscrita al Comité Olímpico Internacional, con membresía por naciones y un reglamento que rige su actividad competitiva.

Lamentablemente, hoy el deporte es usado para esos fines, se le mueve a conveniencia, de espalda a los pueblos que sienten por sus ídolos, por sus equipos y su bandera. Eduardo Galeano, al respecto, dejó, cual legado, una sentencia, con el fútbol como sustantivo deporte. «Para la derecha el fútbol era la prueba de que los pobres piensan con los pies; y para la izquierda, el fútbol tenía la culpa de que el pueblo no pensara. Esa carga de prejuicio, hizo que se descalificara una pasión popular», dijo el singular escritor.

En Cuba, cuya sociedad se resiente por un bloqueo económico, comercial y financiero, recrudecido justo cuando la COVID-19 era más agresiva; atacada mediáticamente con una propaganda mentirosa y alevosa, ha sufrido, por esas mismas causas, de la antítesis del concepto que llevó a la ONU a declarar el 6 de abril como Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz. Por eso incomodan tanto los triunfos deportivos de sus atletas, fruto de una sociedad que sí lo ha promovido en esas aspiraciones. En consecuencia, es atacada por el mismo imperio que intenta, con mezquinas maniobras, descalificar su movimiento atlético, al promover, abierta y cínicamente, la migración de sus deportistas.

En torno a la relación del mundo deportivo con la sociedad, el antropólogo y sociólogo Jeremy MacClancy, al fundamentar la necesidad de los estudios sociales sobre el deporte, afirmó: «los deportes son maneras de fabricar, en una forma potencialmente compleja, un espacio para uno mismo en su mundo social (...). El deporte no revela meramente valores sociales encubiertos, es un modo mayor de su expresión. El deporte no es un reflejo de alguna esencia postulada de la sociedad, sino una parte integral de esta, más aún, una parte que puede ser usada como un medio para reflexionar sobre la sociedad».

El mundo necesita de ese sentimiento de confraternidad que promueve el deporte, de esa emulación pacífica que hermana, y de la paz que es capaz de darnos el culto de las fuerzas controladas.

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