Un hombre versátil, talentoso, y que sembraba la esperanza; un gran amigo, un poeta con facilidad para lograr la comunicación mediante su poesía; guionista de televisión, radio y cine, y también director de espacios radiales; profundo conocedor de la música tradicional cubana, dibujante e ilustrador… y, sin embargo, es difícil resumir todo lo mucho y bueno que dio de sí Sigfredo Ariel Pérez-Guedes.
«Es tan grande que ninguno de nosotros tiene el dibujo completo de lo que fue», afirmó Dazra Novak, presidenta de la Asociación de Escritores, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, al presentar el homenaje que se le dedicara en la Sala Villena al autor de La luz, bróder, la luz, de cuyo nacimiento en Santa Clara se cumplieron 63 años el 31 de octubre último.
Este 2025 también hace cinco años de su muerte; no obstante, la consigna fue recordarlo desde la alegría, en toda su bondad, pero totalmente humano, porque como recordó Dazra, «no le gustaba que lo ensalzaran, que lo endiosaran».
En un espacio ambientado por varias de las ilustraciones originales del homenajeado, la música que le gustaba escuchar, y materiales audiovisuales que dieron cuenta del cariño que sembraba; el dramaturgo, poeta y ensayista Norge Espinosa reflexionó acerca del paso de la vida y las ausencias que eso implica:
«¿Cómo llenarlas? En el caso de los poetas, leyendo su poesía», que permite descubrir una imagen posible de la personalidad de Sigfredo. Por eso, resaltó la necesidad de editar su poesía completa.
«De nuestra generación, él fue el poeta con mejor oído musical», añadió, «su poesía creció en el tiempo, hasta la voz que sabe tomarse el sosiego para una larga conversación. Leerlo implica leer la poesía cubana».
La también escritora Olga Marta Pérez, quien fuera directora de Ediciones Unión, recordó que Sigfredo era muy querido en la editorial. «Tenía la capacidad de buscar las fotos más increíbles y trabajarlas para hacer una portada», remarcó, antes de destacar su habilidad como entrevistador, la distensión que lograba; porque, como acotó Espinosa, «las personas importaban, no eran solo las historias».
Para la locutora Yanela de la Rosa, él era un hombre de radio sin duda alguna. «No todos los directores tienen el deseo de trabajar con un joven y formarlo, como hizo conmigo. Escribía para cada locutor, pensaba cómo lo iba a decir, lo dirigía. Me enseñó a escuchar música de todo tipo.
«Hay muchas frases que yo mantengo y que él escribió para mí. Me sigue acompañando en sus lecciones sobre la seguridad, la cultura, cómo comportarse con los invitados… Marcó mi vida grandemente».
Como parte del público que asistió al tributo, el historiador Félix Julio Alfonso recordó que para los jóvenes de su generación se convirtieron en versos de culto los de Sigfredo; «en sus poemas se puede percibir que tenía lecturas, y no superficiales». Asimismo, subrayó la capacidad del escritor de entrelazar la cultura popular, «que dominaba como nadie», con la llamada alta cultura.
La artista Zaida del Río confesó no tener ningún recuerdo triste asociado a él, «estuvimos unidos en amor y amistad hasta el último día de su vida», por eso el pedido de que sigamos siempre reconociendo su obra y su vida, «tan diversas y tan interesantes».
En la mañana, se insistió en la habilidad de Sigfredo para empatizar con grandes figuras, aunque jamás alardeara de eso, y de forjar amistades entre personas que no se conocían, sino por medio de él. También se resaltó su trabajo para sacar de lo desconocido a figuras, sobre todo músicos, que de lo contrario hubieran quedado en el olvido.


                        
                        
                        
                    







        
        
        
        
        

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