Es muy linda la librería Fayad Jamís. Lo es por su refinado diseño, su disposición interior, y también por la calidez del colectivo –dirigido por Rodneis Castro– que hace posible su desempeño. Si fuera poco para argumentar esta impresión, bastaría llegarse, cada tarde, hasta el inmueble, ubicado en la capitalina esquina de Obispo y Aguiar, y percibir lo mismo el ambiente sosegado que allí se respira que disfrutar de los múltiples espacios culturales que, con entrada libre al público, suceden en sus predios, organizados por el Instituto Cubano del Libro.
Por estos días, la Fayad –como abreviadamente se le dice a este sitio que se honra con el nombre del poeta y artista de la plástica, autor de Por esta libertad y Con tantos palos que te dio la vida– cumple 25 años. Por ello hay fiesta. Reunidos allí los gestores de estos círculos literarios, junto a escritores y funcionarios del mundo del libro, repasan, entre anécdotas, lo que ha sido para ellos darle vida, con sus convocatorias, a la librería.
Hasta allí han llegado, para celebrar. El auditorio espera lo mismo revisando estanterías que conversando. Alguien se detiene ante una pancarta inmensa en la que Fayad nos habla con el pincel que tan maravillosamente usó, y en la que se inscriben palabras suyas, capaces de quedarse para siempre en la memoria: «Nada tiene sentido cuando tú me miras / con esos ojos / que quieren decir / no te conozco».
El público, atento, se acomoda y escucha. Lo primero que trasciende es la estabilidad de una programación cultural, ininterrumpida, tal como la que debería tener, por natural adecuación, toda librería.
Allí, Rodneis, Tula Ortiz, Ciro Bianchi, Ricardo Alberto Pérez y Fernando Rodríguez Sosa (del que alguien dijo, no sin razón, que es el decano de la Fayad), cuentan, como líderes de las tertulias, experiencias dignas de compartirse. El auditorio participa, se inserta en el panel, tiene la palabra.
La escritora Dazra Novak habla de la magia de un lugar que ya tiene asiduos visitantes, y todos coinciden. Propuestas como Libro a la carta, Páginas inéditas, El elogio oportuno, La tarde verde, Lecturas de poesía contemporánea, y Habana contada, entre muchos otros, han dado cuerpo a un engranaje cultural que seduce y del que se sale siendo más feliz y mejor.
Hablan los conductores de su trabajo y, más allá del aire, el alma guarda sentidas confesiones: comunicar, para bien, la belleza; hacer confluir, en las peñas, a las manifestaciones del arte, para que llegue con más fuerza y más lejos; haber sido receptores de diálogos polémicos, liberadores y atrevidos… Entre las declaraciones, propias de las fechas, se le ha dicho a la Fayad, bitácora de letras y de cultura. Un aplauso lo aprueba.
La excelente interpretación de Rachel Valladares (Canción de mi Habana, de Tania Castellanos; Si el poeta eres tú, de Pablo Milanés; y Rabo de nube, de Silvio Rodríguez) pone música a las emociones de esa mañana habanera en que los libros, la dedicación y las cosas bien hechas ofrecen, satisfechos, sus muchas luces.
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