ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Ahmed Velázquez

La doctora Araceli García Carranza, la más longeva de las trabajadoras de la Biblioteca Nacional José Martí, y autora de las biobibliografías de más de diez figuras relevantes de nuestras letras, es de esas personalidades de las que la cultura cubana siempre tendrá que enorgullecerse.

No sería justo recordar a Cintio Vitier, en este día –a 15 años de su fallecimiento– sin escuchar lo que ella tiene para decirnos. Aunque mucho le costó a la joven Araceli aceptar que sería la jefa de un intelectual de la talla de Cintio, en el Departamento de Colección Cubana de esa institución, lo cierto es que lo fue. «Nunca me lo creí, y le dije que, si así habría de ser, yo sería como su secretaria. Le buscaba las mejores cintas para su máquina de escribir, y cuando llegaba el mecánico, la primera que revisaba era la suya. Le buscaba papel… en fin, trataba de facilitarle la vida, para que no le faltaran los recursos para sus investigaciones». 

Mientras nos habla, sus ojos –que vuelven a aquellos años– se apoyan en un punto lejano de la pared. «Cintio fue testigo de mi boda con el periodista Julio Domínguez. Lo recuerdo con inmenso cariño, siempre tan abnegado, tan laborioso y correcto. Admiré mucho su decencia y su modo de reaccionar ante alguna ofensa. En lugar de darle curso al absurdo, respondía trabajando, con su propia generosidad y grandeza.

Era 1961 cuando Cintio empezó a trabajar en la Biblioteca, junto a su esposa Fina García Marruz, y allí estuvo hasta 1976. «De sus proyectos de investigación en el Departamento, dan fe más de diez títulos publicados. Bajo su dirección, se inaugura la Sala Martí, el 28 de enero de 1968. A partir de 1969 publica al Anuario Martiano, como órgano de esta sección. Fue una obra realmente excepcional».

La Sala Martí, considerada por Araceli como un «verdadero santuario», fue «la piedra angular del Centro de Estudios Martianos, fundado en la Biblioteca Nacional, en 1977. Cintio integraría, junto a Fina, el equipo de investigadores de esta institución, hasta sus últimos días.

De Cintio, realza su «fuerza moral», que «fue una constante en su creación literaria y en su actitud ante los embates de la vida misma. Nos legó lecciones imperecederas en un libro como Ese sol del mundo moral, en el que nos entrega lo más puro del pensamiento de la nación cubana».

En más de un momento, Araceli insiste en el modo en que se debe recordar en la Biblioteca a Cintio: «Siempre presente, sirviendo a todos los usuarios, a todos los lectores, sin importarle si fueran, o no, talentosos. Nuestra Biblioteca debe rendirle homenaje perdurable por su talento, su sabiduría, su disciplina y su inmenso prestigio». 

Merece ese recuerdo «por la valía de su obra, en la que prima lo cubano, porque fue un excelentísimo intérprete, crítico y promotor del pensamiento del Apóstol. Porque incorporó a su propia naturaleza, y a su actitud ante la vida, ese pensamiento, y porque para él la cultura era la patria».

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