Que fuese suya la xenófoba frase «el mejor indio es el muerto», y que en su cine el diferente resultase tratado como un insecto, no impidió que a John Wayne lo elevasen a la categoría de mito en EE. UU. Lo lograron sus adoradores, los medios y un sistema interesado en aupar a su aliado estratégico en Hollywood.
El intérprete de 157 películas, quintaesencia «heroica» del western, supuso la encarnación en celuloide de ese vaquero dominante, con traza y lanza de colonizador, que acabara con los nativos supervivientes refugiados en la zona oeste del país en el siglo xix, luego de par de centurias de exterminio de las tribus originarias.
Que Wayne participase en un conjunto de filmes que contribuyeron al desarrollo del género del oeste, no puede relativizar u obliterar la impronta reaccionaria de un sujeto asimilador de los postulados más conservadores y recalcitrantes del establishment yanqui.
Es imposible olvidar, a la hora de cualquier evocación de su figura, que fue el republicano más célebre de Hollywood, en quien muchos pensaron para instalar en la Casa Blanca antes de Reagan acceder a la presidencia. Siempre al ala derecha de todo, Wayne respaldó los apetitos de dominación más siniestros de Washington durante el genocidio perpetrado contra el pueblo vietnamita.
El actor fue uno de los fundadores, en 1944, de la Motion Picture Alliance for Preservation of American Ideals (Asociación Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Norteamericanos), congregación de cineastas en contra de cualquier viso progresista dentro de esa industria. Pese a ser querido en parte del gremio, otros lo odiaron por figurar entre los tristemente célebres delatores de sus compañeros con simpatías izquierdistas ante el Comité de Actividades Antiamericanas.
Sabedores de su clara postura proimperial, como también de su simpatía entre el público, siempre que Hollywood se aliaba al Pentágono en alguna contienda, lo llamaban al plató para incorporar al defensor a ultranza del «objetivo patrio» de turno.
En 1955 compuso el protagónico de Callejón sangriento, de William A. Wellman, director que siete años antes realizara La cortina de hierro, filme fundacional de la sarta de panfletos de la pantalla gringa al servicio del poder durante la Guerra Fría.
Callejón sangriento, una de las cintas más anticomunistas producidas a la sazón, arremete contra la China socialista. Su Partido dirigente, de acuerdo con el filme, además de fusilar a mansalva, envenena la comida y reservas de agua de su pueblo.
«Esos monos», de tal modo él llamaba a los asiáticos en ese monumento al chovinismo, la mendacidad, la soberbia, el patrioterismo y la guerra que es la por sí codirigida e interpretada Boinas verdes (1968): oda a la política belicista yanqui y a la guerra en Vietnam, que cobró la vida de más de cinco millones de pobladores de ese país, y la de casi 60 000 invasores.
Ese fue John Wayne, de cuyo fallecimiento habrán pasado 45 años mañana, 11 de junio.
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Guido dijo:
1
10 de junio de 2024
06:13:50
armando dijo:
2
11 de junio de 2024
07:36:46
Jirge dijo:
3
11 de junio de 2024
11:52:53
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