
Julianne Moore, musa del realizador Todd Haynes, repite con él en May December (2023). Entre los directores vivos del planeta que mejor saben escudriñar el alma femenina (solo bastaría mencionar sus largometrajes Lejos del cielo, de 2002, y Carol, de 2015; o su miniserie Mildred Pierce, de cuatro años antes), le entrega a la actriz, ahora, el papel de otra de esas mujeres fuera del linde de lo canónico, que tanto le interesan al autor estadounidense.
En la cinta, aunque bajo otro nombre, ella asume a Mary Kay Letourneau, maestra de 34 años que, casada y con hijos, estableció un enlace romántico con un alumno de 12 años, con quien al cabo del tiempo se desposaría y tendría otros descendientes.
Se trató de un suceso real, muy mediático en Estados Unidos, al que Haynes le entra de refilón; nunca se sabe bien si porque esa es su intención, o porque no tiene idea de qué quiere en verdad con May December (la cual puede verse dentro del ciclo Nominados a los Globos de Oro 2024, del 5 al 21 de enero, en el Yara y La Rampa).
Al hogar de Mary Kay, renombrada en el filme como Gracie Atherton–Yoo, y de su joven pareja de ascendencia samoana llega la actriz Elizabeth (Natalie Portman), con la intención de informarse de todo cuanto tenga que ver con la vida de su anfitriona, para la caracterización del personaje en cierta pieza televisiva.
Podría parecer lo más inspirado aquí el ejercicio de desdoblamiento y disolución de identidades que ello generará en lo adelante, pero es que existe tanto precedente notable en tal campo, incluidos títulos del propio Haynes, que la huella del filme al respecto es ínfima.
En presunción, a partir de las indagaciones –con múltiples personas– de la tan perspicaz como manipuladora Elizabeth, sobre la mujer que encarnará en la obra televisual, el espectador asistiría a la apertura en flor de la sicología de un personaje tan potencialmente rico como Gracie, pero a cuanto asiste en verdad es a un desdibujado muestreo de alguien que nunca llegamos a visibilizar, debido a un acercamiento divagador, a jirones, sin completitud.
La Moore invierte parte del talento que le sobra en levantar su papel, deficitario en vitaminas dramáticas; pero May December no es tanto de ella como de la Portman: otra gran actriz que demuestra que lo es en cada fotograma, si bien nunca mejor en el metraje que en los segundos posteriores a acostarse con el engatusado samoano, para, ya con ello, tener la experiencia total en pos de componer a una Gracie vampirizada, mucho más que recreada o imitada.
Descuellan en esas secuencias la faz de la intérprete, el poder de su mirada, la certeza de mujer audaz que le impregna al personaje, de ganar gracias a las armas del sexo, de «ya logré lo que me faltaba». Merced al quehacer de la actriz, la cinta gana en interés; no obstante, sigue renqueando. No al nivel de la anterior y anodina Dark Waters (2019), el atípico trabajo precedente de Haynes, pero renqueando.
El problema fundamental de –a mi juicio, harto sobrevalorada– May December radica en que en el guion de Samy Burch se atosigan, sin coexistencia pacífica, dos películas (la de Gracie y la de Elizabeth), sin que ninguna de las dos sea aprovechada todo cuanto merecían, en tanto no las desarrollan, y se quedan en bocetos de sí mismas.












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