Nada nuevo bajo el sol. La falta de correspondencia entre recaudaciones en taquilla y calidad de la obra cinematográfica se mantiene, año por año, con excepciones puntuales en las que se registran coincidencias. También es constante el dominio de Hollywood, con su poderosa red de promoción/distribución universal.
De las 20 películas más vistas en el planeta durante 2023, solo dos guardan determinado interés, sin tampoco ser las obras excepcionales que muchos, entre los cuales no me incluyo, han apreciado: Barbie (puesto número uno, con ingresos de 1 442 millones de dólares) y Oppenheimer (tercer lugar, con 952 millones).
Aunque las 20 generaron millonadas, la mayoría de ellas provoca estupor, por su ínfima trascendencia. Ahí están, entre otras –todas estadounidenses–, nimiedades como Guardianes de la galaxia 3; Spider Man cruzando el multiverso; AntMan y La avispa 2; La sirenita; Creed 3; Transformers, El despertar de las bestias; Megalodón 2; La monja 2 o la nueva versión de Los juegos del hambre.
Quien quiera ver, de verdad, el cine que permanecerá, que se olvide de esos concursos de «quien gana más», de lo efímero, y se decante por lo realmente valedero. Estamos hablando, este año, de grandes documentos fílmicos como Tierra de Dios, del islandés Hlynur Pálmason; Los asesinos de la luna, del estadounidense Martin Scorsese; eo, del polaco Jerzy Skolimowski; Eureka, del argentino Lisandro Alonso; o Pobres criaturas, del griego Yorgos Lanthimos.
Nos referimos, igual, a gemas como El niño y la garza, del japonés Hayao Miyazaki; Hojas de otoño, del finlandés Aki Kaurismaki; Cerrar los ojos, del español Víctor Erice; Utopía de concreto, del coreano Um Tae-hwa; Los delincuentes, del argentino Rodrigo Moreno; El Conde, del chileno Pablo Larraín; Perfect Days, del alemán Wim Wenders o No esperes demasiado del fin del mundo, del rumano Radu Jude.
Esos filmes, salvo uno que otro, no serán premiados en los Oscar, que parece, a juicio de espectadores obnubilados, el premio más importante del mundo, cuando en la práctica solo es un conciliábulo de académicos que tiene en cuenta todo menos el cine. Ahora son los tiempos de lo «inclusivo» y lo «étnico».
En cuanto al segmento nacional, a no dudarlo, La mujer salvaje, de Alán González ha sido el suceso del año, en virtud de su estela de presentaciones y agasajos en festivales, incluido por supuesto el de La Habana: un reenergizado suceso cultural que contó con el respaldo de los cinéfilos y la presencia de obras de impacto del escenario regional.
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