ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La joven actriz Jessica Aguilar cumplió con las exigencias del guion a pie juntillas. Foto: TOMADA DEL PERFIL DE INSTAGRAM DE LA ARTISTA

En la percepción de no pocas personas, una buena actuación en una serie de televisión o una telenovela es aquella en la que coinciden lo que sucede en pantalla con la idea de lo que debe ser un personaje. La recién concluida El derecho de soñar no escapó de tales diferendos. Es más, los acentuó en el caso de la protagonista femenina. Las críticas a los defectos y carencias de Daniela se trasladaron injustamente al desempeño profesional de Jessica Aguilar, una joven actriz que cumplió con las exigencias del guion a pie juntillas. Remontar cuesta arriba la carga pesada de errores propios y ajenos, asumir una coraza emocional excesiva, poner de relieve rasgos personales inmaduros requirió una línea de conducta consecuente.

No viene a cuento analizar una a una las actuaciones, pero sí resaltar algunas que, de momento, y ojalá por mucho tiempo, permanezcan en la memoria de los televidentes, comenzando por la de Rubén Breña, de quien estábamos lejos de sospechar que sería la última. El Rubén que habíamos aprendido a admirar tanto sobre las tablas como en el cine –desde los pequeños papeles que le confió Arturo Sotto en Pon tu pensamiento en mí y Amor vertical hasta el registro diverso de sus protagónicos en Cabinda, de Jorge Fuentes, y Habanece, de Jorge Nebrá– y en la televisión con Salir de noche,  Añorado encuentro, Al compás del son y Destino prohibido y un teleplay admirable, Emma Zunz, adaptación por Consuelo Ramírez de un cuento de Jorge Luis Borges– dejó la piel en ese hombre total de la radio que tanto nos recordó al inefable Julio Batista.

El azar concurrente quiso que Rubén compartiera elenco con una de sus maestras, Verónica Lynn, quien no sabe actuar mal, sea grande o pequeño el personaje, aquí de pareja de la incombustible veteranía de Luis Rielo.

A la hora de señalar revelaciones, haber puesto en primer plano a la villaclareña Yolepsis González, con esa Vivian que vive y padece un drama lamentablemente común en nuestros días, descubrió un talento forjado precisamente en la radio, la cmhw de Santa Clara, que la televisión no debe perder en lo adelante.

Si echamos a un lado la increíble incongruencia del libreto entre el personaje que fue en un inicio –casi delincuencial– y la que terminó siendo –una muchacha con vocación social, humanamente entregada, sumamente sensible y salvada para y por la radio–, la Jessica de Osmara López puso en valor una carrera que en la escena se ha ido labrando un camino desde su graduación, bajo la tutela de Carlos Díaz, hasta sus intervenciones en montajes de La Franja Teatral (Los pájaros negros 2020, de Agnieszka Hernández), la comunidad creativa Nave Oficio de Isla (Luz, dirigida por Osvaldo Doimeadiós) y Teatro El Público (La zapatera prodigiosa).

Destaca su empatía con Luis Enrique Carreres, el Manuel que nadie quiso que borraran de golpe y porrazo en un acto dramatúrgicamente fallido. Lo más difícil en una telenovela pasa por dar cuerpo y alma a un hombre (o a una mujer), como diría el poeta Antonio Machado, «en el buen sentido de la palabra, bueno». El espíritu de superación, la voluntad por dejar atrás circunstancias adversas, por arrostrar calamidades sin cuento, por ganar al final la confianza de sus compañeros, hallan en Carreres una expresión absolutamente convincente.

Para no olvidar tampoco la bondad, la amplitud de miras, la generosidad, la comprensión y el compromiso con la radio del personaje, de Jorge Martínez en su Reinaldo, otro ser «en el buen sentido de la palabra bueno». A más de poner rostro, desde la nada, en los primeros capítulos al actor José Goula. Martínez apela a su enorme experiencia profesional, a su poder de observación de la realidad, para construir un personaje coherente, contenido, con valores humanos entendibles y asimilables.

Dejo para el final de esta nota a Ingrid Lobaina, la directora de la emisora. Si hablamos de sorprendente ascensión, al menos para este crítico, tendría que colocar a esta joven actriz en un altísimo rango, por el despliegue de tantísimos matices y giros de gran complejidad, y el logro de una impecable organicidad, secundada por un actor que sobresale como uno de los más eficientes y dúctiles de los últimos tiempos, Denys Ramos, discípulo directo del gran Adolfo Llauradó, e indirecto de la inmensa Corina Mestre.   

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Henry dijo:

1

5 de diciembre de 2023

06:40:22


Siempre es un placer leer las opiniones de los entendidos en el género de la dramaturgia y de la actuación. Ojalá y existiera un espacio como el que tenía Rufo Caballero para comprender a fondo las luces y las sombras del arte cinematográfico y televisivo cubano.