ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Richard Egües, flautista y compositor. Foto: Eduardo Mojicas

Este 26 de octubre Cuba y el mundo recuerdan el centenario del nacimiento del más célebre de los flautistas populares cubanos: el maestro Eduardo Ricardo Egües Martínez o simplemente Richard Egües, como lo bautizó nuestro pueblo para toda la vida y quien por sus méritos artísticos recibió la Orden Félix Varela.

Compositor de danzones y chachachás, el músico nacido en Cruces, perteneciente a la antigua provincia de Las Villas, quizá nunca imaginó cuán importante llegaría a ser en la historia de la Orquesta Aragón, junto al maestro Rafael Lay Apesteguía, y en la música cubana.

De su padre Eduardo Egües, quien dirigía la Banda Municipal de Cruces, bebió, de niño, las primeras enseñanzas musicales y entró en contacto con instrumentos como el clarinete, el saxo y el piano, y tuvo a temprana edad su debut como músico.

Las Bandas Municipales de Ranchuelo –a donde pasó a vivir después la familia–, de Manicaragua y de Santa Clara, lo tuvieron como clarinetista. También estuvo en la Orquesta Monterrey bajo la dirección del padre, y en la agrupación Ritmo y Alegría de Santa Clara, como pianista. En esa ciudad tocó, durante un tiempo, con la jazz band Hermanos García.

En 1947 Egües se decidió por la flauta. Tocó entonces este instrumento y el flautín en la Orquesta Sinfónica de Santa Clara y trabajó, además, con la Sinfónica de Camagüey, ya como profesional. En 1951 empezó a hacer suplencias en la Orquesta Aragón, que radicaba en Cienfuegos. Tres años más tarde ya integraba la nómina de esta excepcional orquesta que por entonces interpretaba danzones, y en 1982, al fallecimiento de Lay Apesteguía, asumió la dirección de la Aragón.

Su llegada a La Habana en 1955 con la Aragón, ciudad donde pasó a vivir en lo adelante, fue lo que le abrió el camino que le permitió dejar una imperecedera huella, muy difícil de superar entre los flautistas del patio, quienes humildemente lo reconocen como el más extraordinario flautista de la Isla.

La Habana y sus salones de baile lo recibieron como se recibe a un hijo pródigo. A partir de entonces la Aragón, la charanguera de Cuba, emprendió un largo camino de éxitos dentro y fuera del país, que todavía la marcan y la hacen mantenerse entre las principales agrupaciones de música popular cubana.

Richard no solo tocó la flauta, sino que junto a Lay hizo novedosos arreglos y pasó a ser uno de sus más importantes compositores. De 1955 es su chachachá El bodeguero, que no ha dejado de grabarse desde entonces y que entre sus más famosas versiones tuvo la de Nat King Cole en 1958, y se reconoce como un clásico del género.

Giras nacionales e internacionales, discos, programas de radio y televisión, bailables, arreglos, composiciones, la flauta… ¡qué flauta!

Bella muñequita, el danzón Gladys –dedicado a su hija en sus 15 años–, y El cuini tiene bandera (guaracha-cha), que se convirtió en uno de los mayores hits de la década de los 60, son solo algunos de sus títulos que lo inmortalizaron mucho antes de dejar en 1984 a la Aragón.

Aunque salió de la orquesta no dejó de trabajar. Entonces fundó la Orquesta Ases del Ritmo con la que grabó varios discos y se dedicó también a la música sinfónica y a interpretar obras de compositores clásicos –Mozart, Haydn, entre otros– dada su sólida formación. En 1981, antes de separarse de la Aragón, grabó para el sello Areíto, con acompañamiento de Esther Ferrer al piano, temas y adaptaciones de su autoría y composiciones de Chaikovski, Beethoven y otros grandes compositores.

La orquesta Popular de Conciertos, dirigida por Alfredo Diez Nieto, lo tuvo entre sus músicos como flautista sinfónico, sin dejar de participar en grabaciones de diferentes músicos en géneros de la música popular, entre ellos el maestro Chucho Valdés.

En 1999 grabó el CD titulado Richard Egües & Friends: Cuban Sessions 1999 (Latin World), con un elenco estelar bajo su dirección. Allí se recogieron nuevas versiones de algunos de sus números más populares (Tan sabrosona –compuesto en colaboración con Rafael Lay–, Bombón cha, Gladys, El cerquillo, El Cuini y El bodeguero), junto a piezas famosas de otros compositores cubanos como Ernesto Lecuona, Moisés Simons y Joseíto Fernández.

Durante años, ya oficialmente retirado de la música, el maestro Egües impartió en su casa clases de piano, flauta y repertorio a jóvenes músicos que acudían a nutrirse de su experiencia y talento. Repetía así el ejemplo que recibió de su padre cuando de niño le enseñó el camino de la música, arte para el cual vivió y al que le dedicó su extraordinario talento.

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