ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Pieza de la expo colectiva de arte contemporáneo El viaje más largo.

Se ha hecho costumbre considerar la cultura como un cúmulo de objetos y adornos que usamos para resaltar nuestra imagen exterior o la de nuestros hogares; y también como determinadas actividades para entretenernos y recrearnos en lo corporal y la espiritualidad. Igualmente la asumimos como todo aquello que implica práctica y contemplación de las diversas modalidades del arte y la literatura, tanto profesionales como popular-tradicionales, en su privada o pública proyección social. Y no en pocas ocasiones designamos con esa palabra a producciones y eventos intelectuales y lúdicros de cenáculos y ámbitos institucionales cultos, que ofrecen propuestas para la unción estética diversa de los individuos; o por el contrario, encierran a lo artístico en establecimientos de consumo simbólico, disponiéndolo para intereses mercantiles regidos por coordenadas financieras globalizadas.

Una concepción más abarcadora de lo cultural incluye a la etnicidad, lo antropológico y arqueológico, la arquitectura y el urbanismo, el coleccionismo de valores artísticos y  de disímiles objetos e imágenes, las investigaciones y los resultados científicos y tecnológicos, además de la conservación de la ecología, el arte culinario, la comunicación mediática de ideas, los juegos infantiles y típicos ceremoniales con sus liturgias, inherentes a religiones y cosmologías míticas heredadas.

Aunque frecuentemente se cruzan los límites de las acepciones del concepto cultura, y se llegan a caracterizar como «culturales» –de manera equívoca– a ciertas manifestaciones decadentes de la sociedad de consumo o indicadores de atraso vigentes dentro de sectores marginales, a lo cual se le suman las aberraciones del vestir y agobiantes sonoridades con textos agresivos, prohijadas por la comercialización contemporánea extrema.

 Tampoco faltan quienes justifican con el calificativo de «cultura» a productos simples, iterados, vacíos, neo-artesanales y ocasionalmente suntuosos o light, que se legitiman con buena publicidad y argumentos especulativos que los convierten en mercancías  «literarias» y «artísticas».

 Sin embargo, no es común que, al pensar en la cultura, pensemos primeramente en su gestor y destinatario fundamental: el hombre. Lo cultural es quizá ese conjunto de atributos integrados y en desarrollo que con mayor precisión definen lo humano. Aunque la humanización no ha concluido, hasta tanto desaparezcan la «selección natural» implícita en formas de dominación local y planetaria, en genocidios por bloqueos y guerras, en ambiciones que gastan mucho en vicios autodestructivos y caminos de muerte; lo que esta ha llegado a ser por los aportes aparecidos en las distintas culturas, constituye una escala superior en la evolución transformadora del ser biológico-social que somos como especie. No ha de olvidarse, pues, que el hombre deriva de la cultura; y esta se amplía, diversifica y expande en él.

 Por ello ha de ser prioridad –sobre todo en realidades del tipo de la nuestra– cuidar a  los hombres que encarnan, crean y asumen las dimensiones numerosas de lo cultural. Cuidado que supone evitar la obstrucción del pensamiento, el pragmatismo desaforado que desvirtúa y desnaturaliza a quienes aportan invenciones útiles o peculiares imaginarios, la contaminación burocrática que paraliza, el abandono de los principios de autenticidad y solidaridad que afirman un real humanismo, la inercia anticultural en entidades surgidas para fomentar y fortalecer la unidad y el despliegue de las expresiones autóctonas, y esa equívoca tendencia a sustituir el sentido profundo de la conciencia nacional por paradigmas internacionalizados, fabricados en naciones que se enriquecieron también mediante el robo de bienes y talentos de los actuales países subdesarrollados.

Cultura es lo que nos eleva como seres humanos, y nos torna saludables y sensibles. De ahí que sea de medular importancia reactivar creadoramente las tradiciones verdaderas, mantener y universalizar los hallazgos y servicios curativos, expandir lo bello del entorno y la intimidad, sin que nos olvidemos de formar sentimientos cultivados y personalidades integrales en niños y adolescentes, y mantener acertada conducción (con experimentada y conocedora asesoría colectiva) en las ejecutorias e improntas culturales que nos mejoran diariamente.

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