
En nuestros días no son frecuentes las polémicas culturales en las publicaciones. Muchas dificultades las frenan. Sin embargo, qué beneficiosas serían para la buena salud y el desarrollo del ambiente intelectual. Recuerdo cómo esta forma pública, visceral, amplificada de la crítica entusiasmaba nuestros años mozos. La seguíamos con devoción porque enriquecía nuestro acervo literario, cinematográfico, musical y artístico de valía. Los años 60 fueron, sin duda, la edad de oro de esta modalidad del ejercicio del criterio.
Hoy se habla del escaso interés de los jóvenes hacia la lectura de real valor estético, debido, entre otras razones, al impacto de internet en sus gustos. Puede ser. Pero en verdad, el fenómeno contextual es más complejo.
A muchos de esos jóvenes les falta en la actualidad una atmósfera cultural cercana a la de aquellos años trepidantes y felices en los cuales se entrelazaban en armonía las bibliotecas y librerías (repletas de títulos imprescindibles de las letras y las artes cubanas y universales); los cines y sus exhibiciones de largometrajes de las corrientes más audaces de Europa, Japón, Estados Unidos y América Latina. Claro, todos estos elementos coexistirían ahora con internet.
Eran tiempos florecientes para las galerías de arte; las salas de teatro con presentaciones de lo más avanzado del género en lo nacional e internacional (teatro de la crueldad, absurdo, happening, épico, etc.); las múltiples conferencias sobre arte y literatura; los cursos de música clásica en la Biblioteca Nacional José Martí; los comentarios y críticas en periódicos y revistas sobre lo más actual de las artes; el estudio de obras y tendencias en programas bien aderezados por profesores cuyas clases se esperaban con entusiasmo; asimismo, círculos de apreciación teatral y de cine. Junto a esto, la presencia de encendidas polémicas.
Todo funcionaba de conjunto. Se vivía una atmósfera especial, no vuelta a ver en esa dimensión en décadas ulteriores. Docentes y estudiantes intercambiaban las referencias; siempre había alguien que nos sugería no faltar a tal o más cual disertación o estreno. Proposición innecesaria, porque eran tiempos de conocerlo todo y de ser partícipes de tales encuentros, de compartir las impresiones con nuestros semejantes, aun a costa de olvidar la cena o sustraerle horas al descanso.
Fruto de ese ambiente es el libro Polémicas culturales de los 60 (La Habana, Ed. Letras Cubanas, 3ra. edición, 2021), con selección y prólogo de Graziella Pogolotti. Testigo excepcional de esos intensos años de Revolución, por ejercer la crítica artística, literaria y la docencia universitaria, la autora ofrece a los lectores una muestra del tema en cuestión, textos en los cuales se registran vivos debates en torno al cine, el arte, la literatura, las tendencias y la cultura, entre otras materias.
Las discusiones tienen por base los juicios políticos, culturales y artísticos de los contendientes. Al mismo tiempo, evidencian cómo el desarrollo de un proceso revolucionario profundo estimula lo polémico entre fuerzas de un mismo signo político, pero con visiones diferentes de los fenómenos comentados. Tales controversias patentizan los contrastes entre las ideas conservadoras y los enfoques de renovación.
De este modo, Polémicas culturales de los 60 entrega a los jóvenes de nuestro tiempo y a los estudiosos de la cultura cubana un texto muy valioso desde perspectivas disímiles; obra cuyos contenidos parecen, a ratos, salidos de una ficción, aparte de confirmar el ímpetu con que se vivieron los prodigiosos años 60.
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El lector dijo:
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2 de septiembre de 2023
08:51:08
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