ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Los papines, en el Cubadisco 2004. Foto: José M. Correa

Ya no veremos más a Jesús en el Salón Benny Moré de la Tropical, tomándole la temperatura al gusto de los bailadores, o en lo profundo de Pogolotti y Los Sitios detrás del último grito de la rumba, o en la esquina de 21 y n para escuchar por boca de Bustamante cómo va la movida de los timberos, o en el aula con los muchachos de nivel medio interesados por aprender los secretos de la percusión cubana.

Ya no estará más Jesús nadando contra viento y marea por mantener a flote, como el símbolo que eran, que seguirán siendo, Los Papines, ante las sensibles pérdidas de Alfredo, Ricardo y Luis, e insuflar en la generación sucesiva, la de hijos y sobrinos, el sentido de pertenencia a la agrupación, sus aires legendarios y, sobre todo, la excelencia de una profesión.

Yuliet fue su mejor hechura. Siempre me dijo de su hija: «Tiene que ser mejor que yo, más completa, más integral». Y así fue la Papina, egresada con altísimos merecimientos en la Universidad de las Artes, pródiga y exacta lo mismo en la lectura e interpretación de una obra clásica o en una compleja partitura de cámara contemporánea, que en meterle en la costura a las sinuosidades del mejor rumbón. Consciente Yuliet de la capacidad de liderazgo que ahora albergan sus manos.

Jesús María Abreu, con Los Papines, los nuevos Papines, se hallaba en Tenerife, España, cumpliendo un contrato de trabajo, cuando una semana atrás le sorprendió la muerte.

Era el menor y el último sobreviviente de la mítica agrupación fundada en 1962, aunque, a decir verdad, fraguándose desde mucho antes en el seno de la familia Abreu, en la que Ricardo Papín fungía como horcón por autoridad y experiencia.

Memoria y sabiduría, compromiso y altura. Jesús llevaba los apuntes, los recortes de prensa, las copias de los contratos, las fotografías, los contactos, todo lo que se relacionaba con la historia de Los Papines.

«Nada de esto se puede perder», insistió más de una vez. «Porque la gente de hoy y los que vengan mañana tendrán que saber cómo nos fuimos ganando un lugar en los espectáculos, y no es que la rumba no lo tuviera ya, sino que le dimos a ella, y a otros filones de la música afrocubana, algo muy especial, como de juego y lucidez, para que llegara a todos los públicos, los de aquí y los de allá, de esos más de 60 países que recorrimos como embajadores de nuestra cultura».

Jorge Rodríguez, quien además de ser un productor y discógrafo ejemplar, es testigo del paso por los estudios de grabación de los mejores exponentes de la música cubana, evocó la impronta de Los Papines como maestros «tanto por sus manos como por sus voces» –discípulos de Luis Mariano Carbonell–, y los situó en la más alta jerarquía: «Hoy Jesús ya está instalado definitivamente, junto a sus hermanos, junto a Celeste Mendoza, en el imperio de la rumba. Gracias a estos seres puedo decir que soy un hombre privilegiado. Recomendaría a los jóvenes que nunca olviden a estos grandes artistas, que los estudien, que revisen esta historia».

Solo falta añadir la frase favorita de Jesús: «¡Apréndetelo!».

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.