Frivolidad y star system, glamour y élites, fama y aplausos. Pero también soledad y decadencia. Roy Halston Frowick (1932–1990) en el eje de la espiral que se desata a lo largo de los cinco episodios de la serie que lleva el nombre del protagonista: Halston. El mundillo de la moda en los Estados Unidos de los años 70 y 80 es el escenario de la producción audiovisual que pasó la semana pasada por Multivisión y refleja las turbulencias de una época. Ryan Murphy, asistido por el guionista Sharr White, tomó como pretexto la biografía del célebre diseñador, escrita por Steven Gaines, para transmitir al espectador la médula de una existencia dramática.
Porque el gran mérito de la serie reside en que no se detiene en los hitos que rubricó Halston en el diseño de ropas y en la promoción de perfumes. El individuo que saltó a la fama con el sombrero que llevó Jackie Kennedy, el que se hizo de una marca llamativa y solvente, el que la crítica ponderó como uno de los íconos visuales de la cultura pop, el que desafió el dominio de los modistos europeos, fue a la vez víctima de sus desafueros, su megalomanía y, sobre todo, de los mecanismos implacables de la industria de la moda.
A los ejecutivos de compañías como jc Penney no les importó haber fichado a un artista, sino una fuente de plusvalía, que una vez seca, se convirtió en un tópico desechable. Del creador demandado por las celebridades, tanto las del Hollywood clásico como las más transgresoras que acudían, al mítico Studio 54 en Nueva York; del amigo íntimo de Liza Minnelli, Elizabeth Taylor y Bianca Jagger (nicaragüense exesposa de Mick, el de los Rollings Stones, y en los últimos tiempos activista antisandinista), pasamos a ver una criatura patética a la que se le escurrió el éxito entre las manos, y la vida también por haber contraído el sida por intermedio de su amante, un artista venezolano que no resistió medrar a la sombra de Halston.
Al comenzar su andadura en 2021 en la plataforma Netflix, la serie no fue bien acogida del todo. De una parte, cierto sector de la crítica señaló cómo, debido a la síntesis narrativa, no hubo espacio para trabajar los pequeños matices o dar una auténtica profundidad sicológica a las motivaciones de sus personajes. Otros se molestaron por el exceso de vistosidad y el despliegue escenográfico en detrimento de la densidad de la historia. En un momento saltaron las alarmas de familiares y allegados, que sintieron que se condenaba a Halston.
Con mucho mayor equilibrio, una columnista del diario británico The Guardian observó cómo «siempre se debería aspirar a contar la mejor versión de la historia y eso no sucedió con Halston, pero hay algo en rotundidad que resulta convincente, quizá porque todos los implicados parecieron estar convencidos de que sí están dándolo todo, añadiendo así cierta intensidad a ese dinamismo que define en todo momento a la serie».
En ese orden, aunque el elenco obtenga notas altas, no caben dudas que las palmas se las lleva Ewan McGregor. Su caracterización de Halston recorre la escala de la apariencia exterior a los demonios del alma del diseñador. El Halston de McGregor será por sí mismo memorable.












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