
Viene de un país que le atraviesa la garganta, donde los indios se niegan a alejarse de su raza. La escoltan mil pretextos, más recompensas y menos palabras. Con tales revelaciones, nos confirmó una vez más Marta Gómez, –invitada para clausurar este domingo, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, el Cubadisco 2023– quién es, y lo hizo desde la primera de las canciones con la que abrió un concierto memorable, junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, dirigida por el maestro Enrique Pérez Mesa.
Confesión fue toda una declaración. Quien conoce la obra de Marta –autora de más de 200 canciones, y merecedora, en dos ocasiones, del Grammy Latino– sabía que hallaría allí la elevada música de esta colombiana, que canta a las cosas simples y esenciales, y ratifica en cada entrega el profundo sentimiento humanista que la mueve. Quien no sabía de ella, vibró del otro lado de la escena, al punto de la conmoción, ante la palabra sencilla y sabia de una artista que sabe muy bien que no puede una canción borrar de un plumazo la injusticia del mundo, pero puede llamar al raciocinio y a las buenas voluntades.
Junto a cada canto, tuvo la trovadora algo que contar. Tan hermoso fue su decir, que resultó tan aplaudida al hablar como tras la melodía. En sus piezas está la dulzura para recrear lo que puede parecer común y también la recia denuncia de realidades que duelen a comunidades enteras.
Así, temas como Carnavaleando y Almita mía, en honor a su abuelo, dieron paso a Mírame, una triste historia, que para cantar acompañó con su guitarra. «Notarán que no escribo muchas canciones de amor, no porque no ame, amo y he amado profundamente; sino porque prefiero escribir sobre las personas que sufren, que necesitan la canción», dijo.
Dedicada a Pola y Alejo, dos valientes luchadores, claves en la independencia de su país y que fueron fusilados, esta canción fabuló el sentir de Pola en la prisión, poco antes de morir, un tema ya interpretado con Liuba María Hevia, su «trovadora favorita». Mírame, / se acaba el tiempo / escúchame, / (…). Y en el pecho, / guardaré las horas que tú me entregaste, / la vida que juntos soñamos pasar / y aquí adentro, / guardo la esperanza más fuerte que el tiempo, / más fuerte que la muerte / que tan cerca está.
A la ovacionada canción, la siguió Llévame en tus alas, inspirada en los tejedores, una tradición hermosamente recreada en la letra, y Despacio, que aprovechó en su conversación para agasajar el Día de las Madres.
Elogió «la fuerza infinita de lo femenino», con Manos de mujeres, donde se alude a los tantos escenarios en los que somos nosotras fundamentales. Así, manos que escriben, rezan, barren, amasan, sudan, dan, tiemblan y tocan «dejando el alma», dejó también en los presentes la certeza de estar ante una voz que se alza para construir alianzas, para sanar y cultivar las alegrías de que son capaces las canciones, sobre todo, ciertas especiales canciones.
No faltaron evocaciones a Silvio, cuya obra le mostró lo que quiso ella definitivamente hacer, y a Lorca. La entrega de Tierra, tan sólo, inspirada en el gran poeta granadino, selló hermosamente lo que antes Marta comentó al público: «Todos los seres humanos buscamos lo mismo, un pedacito de tierra donde estar tranquilos y vivir en paz»; sin embargo, la humanidad sigue creando guerras y construyendo muros, expresó.
Los ánimos removidos escucharon ya en este punto a una Marta resuelta a no lidiar jamás con horrendas fealdades, tales como las que viven tantas madres en diversas regiones latinoamericanas,que caminan con las fotos de sus hijos desaparecidos –«que ya no huelen, no hacen chistes, que ya no disfrutan de la comida hecha por ellas–. Hasta que desaparezcan esas escenas, dijo, «seguiré cantando» y entonces se escuchó Yo te espero.
La tensión que deja en el aire lo cantado se atenuó con Ritualitos, tema que anunció, tras asegurar que venir a Cuba, quiere que se le haga un ritual.

Las palabras de la artista agradecieron a Cuba por tener a tanta gente «que a mí me alumbra el alma», y henchida de gusto, aseguró que siempre que la invitaran, vendría a cantar.
Para cerrar- y después de cantar Basilio,un tema escrito para un boliviano que desde niño trabaja en una mina en Potosí- escogió un tema ya antológico, que llegó tras agradecer al país, también, por haber sido aliado fundamental para conseguir la paz en su tierra, a la par de asegurar que prefiere pensar que los seres humanos pondrán, por encima del desastre que los aniquila, las mejores energías por la total la felicidad.
Para la guerra nada fue no solo la canción última de un concierto estremecedor, sino la resolución de que, o se detienen las maquinarias beligerantes en el mundo, o nadie quedará para contar la historia.
Con el dulzor que dejó en el corazón esa mañana de domingo, el público habanero se fue a celebrar el Día de las Madres.
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