El Museo Nacional de Bellas Artes, a sus 110 años este viernes 28 de abril, celebra una jornada de puertas abiertas. Entrada libre, recorridos guiados y dos momentos especiales: a las 04:00 p.m. la presentación del catálogo de la más reciente Bienal de La Habana y a las 08:00 p.m. un concierto del trovador Tony Ávila en el patio del Edificio de Arte Cubano.
Una invitación como esta debería operar para la iniciación de nuevos públicos: el acceso a la extraordinaria riqueza atesorada por la institución en sus dos sedes expositivas, Arte Cubano y Arte Universal, cercanas entre sí en el corazón de la capital, debe convertirse en algo más que un acto de iniciación. La apreciación del arte constituye una experiencia fecundante; más que puertas abiertas podemos hablar con propiedad de siembra de valores y cultivo de la sensibilidad en tiempos como estos requeridos del crecimiento incesante y permanente de la espiritualidad.
El edificio del antiguo Centro Asturiano, en San Rafael entre Zulueta y Monserrate, alberga un impresionante repertorio de piezas: desde las que proceden de la Antigüedad egipcia hasta la pintura francesa y británica de los siglos XVIII y XIX, contando, además, con exponentes de la etapa colonial latinoamericana y norteamericana.
Si se quiere saber cómo se fue construyendo la visualidad insular, su inserción de la modernidad y los más recientes desarrollos, hay que caminar y detenerse frente a sus paredes en los espacios del Edificio de Arte Cubano, en Trocadero entre Zulueta y Monserrate: 940 exponentes que resumen en apretada pero ejemplar síntesis -los fondos del MNBA registran más de 30 000 entradas- los puntos de partida y llegada que dan cuenta de nuestra identidad.
El museo dista de ser simple reservorio histórico. El pasado dialoga con el presente y avizora lo que vendrá en lo adelante; todo posible gracias a la rigurosa disposición museográfica y la consagración de un colectivo de especialistas de probada calificación; un centro de documentación, áreas de clasificación, conservación y restauración, una política de adquisiciones y una programación sistemática que enlaza la proyección social de las colecciones con las muestras transitorias, apuntalan una vitalidad institucional respaldada, a partir de 1959, por el Estado y la política cultural vigente.
Por estos días, además, pueden verse las exposiciones: Como estatuas de sal, de Ernesto Rancaño, hasta el día 7 de mayo; Paisaje interior, del pintor y escultor Alberto Lescay, Premio Nacional de Artes Plásticas 2021, y Grabados mexicanos y algo más, veintena de estampas de creadores del país vecino.
Cuando se abran las puertas del museo en la anunciada jornada conmemorativa, estará el recuerdo de aquellos que en 1913, contra viento y marea, venciendo la desidia oficial -piénsese en el arquitecto Emilio Heredia o en el maestro Antonio Rodríguez Morey-, echaron a andar un ambicioso proyecto que hoy es orgullo de la nación.
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