Carta a Julio Batista

Estimado Julio:

«Los muertos no son más que semillas, y morir bien es el único modo seguro de continuar viviendo», afirmó el Maestro con el aliento proverbial que distingue a su prédica, esa que al hacerla tuya, contribuiste en nuestra necesidad de tenerlo siempre presente. Por eso, Julio, como sentimos que no te has ido, sino que permaneces a nuestro lado, permíteme honrarte a partir de preceptos martianos que definan la esencia de tu alma revolucionaria.

Por supuesto, me cuento entre aquellos jóvenes que, llegados a Radio Progreso, fuimos impactados por tu apoyo solidario para integrarnos a esta familia, al enseñarnos con el ejemplo, que todo lo que pudiéramos llegar a ser en el medio radial está dentro de cada uno de nosotros, pero avalado por la emotiva asimilación de la ética del Apóstol como guía de nuestros actos. Por eso, recuerdo que al concluir cada nueva jornada al frente del programa Juventud 2000, nada más que de escuchar el instrumental de José María Vitier que identifica al espacio Este es nuestro José Martí, por muy apurado que estuviera, siempre tenía tiempo para acompañarte en la necesaria reflexión en torno a ese vibrante Apóstol cotidiano, que tan bien representaste en la hondura de tu voz.

Precisamente, si para el Maestro «la opinión enérgica es tan poderosa como la lanza penetrante», con el programa Punto de vista, demostraste una vez más, que «no hay como pensar firmemente para hablar elocuentemente».

En realidad, «si un orador brilla por lo que habla, pero definitivamente queda por lo que hace», entonces Julio, en este programa de crítica social, «marcarás a los bribones con la palabra candente como se marca a las bestias», al mismo tiempo que no escatimaste elogios a nuestros logros.

Me despido de ti con un hasta mañana y no con un adiós como preconiza Martí al referirse a los muertos, justamente con estas conocidas palabras suyas, merecedoras por alguien de tu legado: «La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador, pero viven perpetuamente y fructifican los pensamientos que en él se elaboraron».