ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Fotograma de Fuego.

Mientras una confundida e infiel Sara, encarnada por la siempre efectiva Juliette Binoche, juguetea con el agua y permanece atenta a la entrada de un mensaje en su teléfono, Jean, su esposo de hace más de diez años, le reclama desde la puerta del baño con tono conciliador.

Antes, ha golpeado las paredes, ha dicho que la deja, la ha insultado, pero ahora le confiesa que la ama, que está dispuesto a perdonar si ella también lo quiere, a hacer como si nada hubiese sucedido.

Una expresión colectiva, mediando entre la incredulidad y el desconcierto, surge de los espectadores de la película francesa Fuego, exhibida en el cine Yara en el contexto del 43 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Lo que sigue después en el filme de Claire Denis, estrenado este propio año, y protagonizado además por Vicent Lindon (Jean) y Grégoire Colin (François) es tan minimalista y ríspido como todo lo demás en los 116 minutos de metraje: accidentalmente el móvil de Sara cae dentro de la bañadera; su esposo, humillado por el silencio ante su sacrificio, se marcha; ella no puede recuperar el número del amante, y finalmente se la ve sola perdiéndose en las calles de un París triste, nublado, y en pandemia.

Podría pensarse enseguida en Emma Bovary o Anna Karénina, y sus destinos trágicos, pero la mirada de Denis no victimiza ni culpa a Sara, más bien parece reivindicar el deseo femenino, y su derecho a pagar el precio que sea por materializarlo.

Atrapada entre la estabilidad que le ofrece el marido y la pasión por François, que regresa del pasado para resquebrajar una unión aparentemente sólida y feliz, Fuego discursa, además, sobre la irracionalidad del amor (su falta de conveniencia y de moralidad), la búsqueda de todos los ingredientes de la atracción en una sola persona, y el desastre posible si esto último no sucede.

Cuando las luces se encendieron en el Yara la pregunta flotaba en el aire: si fuese Sara quien le dijera a su marido infiel que está dispuesta a perdonar por salvar el matrimonio, ¿los espectadores hubiesen reaccionado igual de sorprendidos y hasta molestos con la supuesta falta de coherencia del personaje? Probablemente no.

Ver cine en pantalla grande no solo tiene la ventaja de la socialización, el tamaño de la imagen, el sonido envolvente…, sino también la posibilidad de experimentar las emociones colectivas y pensar sobre ellas, y lo que revelan.

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