Hay quienes nos dejan una huella de tal espesura que se asemeja a la de una frondosa ceiba. Y es así como los cubanos recordaremos a Pablo Milanés.
Es Pablo un archivo enciclopédico de la canción cubana. Tenemos tanto que reconocer del legado artístico de su obra, que esperaremos las más diversas publicaciones en las que se trate –con profundidad– el encanto de esa voz que le fuera obsequiada por la naturaleza, a la vez que se reflexione acerca de la multiplicidad de aristas presentes en sus composiciones, al igual que en su capacidad para aglutinarnos alrededor de géneros musicales que inciden genéticamente en el alma cubana.
Cuando Mercedes Sosa calificó a Pablo como el dueño de la voz más dulce de América, refrendó una frase legendaria que se hace realidad en cada grabación suya, ya sea de sus propias composiciones o de las de otros autores. Escuchar a Pablo en las recientes versiones que hizo de temas de Alberto Tosca y de Santiago Feliú es como ser testigos de un momento privilegiado que puede impactar en quien no conociera de tales arreglos, porque le resultaría imposible negar que este modo de cantar le venía al intérprete desde el medio del corazón.
Nunca será suficiente nuestro agradecimiento a la naturalidad con que Pablo nos acercó, mucho antes de que tuviera lugar el suceso del Buenavista Social Club, a aquellas memorables canciones de la trova madre, incluso con la participación de algunos de sus progenitores originales como invitados, que aparecen en la serie de los discos Años, del mismo modo que hay otra colección de discos dedicada a los clásicos del filin en su voz.
Para Pablo, no había obstáculo que le impidiera abordar cualquier tipo de género, lo mismo desde la apropiación de estándares clásicos del jazz norteamericano, que hasta de la rumba, que no le quedaran con el magisterio requerido. Sin embargo, el impacto de su obra autoral es de tal magnitud que para generaciones de cubanos era usual dar como crédito de refinado gusto personal, el hecho de confesar que gustaban de las canciones de Pablo y Silvio.
Cada uno de los conciertos que compartimos con Pablo, quedará como el testimonio del pleno regocijo que implica entrar en contacto con la más pura nostalgia de aquellos años que, sin lugar a duda, retienen la felicidad impregnada en la piel de sus canciones. Si Yolanda es uno de los himnos imprescindibles de la canción de temática amorosa en Cuba, el otro himno no puede ser otro que El breve espacio en que no estás, pero no menos requeridas son Ámame como soy y Para vivir, entre otras tantas. Y si de insuflar nuestras venas con una carga de dignidad humana se trata, ahí están clásicos como La vida no vale nada, Yo pisaré las calles nuevamente o Canción por la unidad latinoamericana, piezas de una vigencia perenne mientras existan los males que motivaron escribirlas.
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Armando dijo:
1
23 de noviembre de 2022
21:12:40
Rubert Dominguez dijo:
2
23 de noviembre de 2022
23:25:35
Maria isabel Salabarria Lemus dijo:
3
27 de noviembre de 2022
06:53:27
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