ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Caricatura: Falco

Caracas, Venezuela. —A la presente edición de la Feria Internacional del Libro (Filven 2022), el escritor cubano José Luis Méndez trajo varios volúmenes enhebrados por un leitmotiv: uso y abuso del terrorismo por parte de los Estados Unidos contra movimientos revolucionarios, en años y latitudes distintas.

Acerca de esas entregas, el también investigador y profesor universitario detalló que, Venezuela y la contrarrevolución cubana, 1959-2018, publicado por la editorial El Perro y La Rana, recoge tres segmentos del mercenarismo desde Miami.

La obra, en su primera etapa, de 1959-1976, concluye en el sabotaje a un avión civil cubano sobre Barbados; después revela planes urdidos a partir de ese crimen y hasta el triunfo de la revolución de Hugo Chávez; y luego se adentra en la guerra terrorista contra Cuba y Venezuela, desde 1999 hasta el 2018.

Una herramienta brutal (el terrorismo), maquinaciones espeluznantes como abyectos sus autores y ejecutores (la CIA y la contrarrevolución cubana de Miami), y la macabra obsesión de siempre: asesinar el «mal ejemplo» que constituyen Cuba y Venezuela; todo eso queda al desnudo en el texto, uno de los 150 que integra la muestra de nuestro país en el prestigioso evento.

Revelaciones análogas, documentadas, aparecen también en El escándalo Irán-Contras, la conexión Miami, cuyas páginas prueban que la guerra sucia de EE. UU. contra Nicaragua y los movimientos de liberación nacional en Honduras, Guatemala y El Salvador, tuvo entre sus brazos ejecutores a terroristas cubanos asentados en el sur de La Florida.

No son distintos el origen ni la guarida de delincuentes patrocinados por el mayor bandido internacional de la historia, cuyas almas asoman tal cual: retorcidas, culpables, en Mercenarios en África, otro título de José Luis Méndez, traído a esta fiesta de la lectura.

Da cuenta la obra, de la presencia de los mismos terroristas en el Congo belga, inmediatamente después de la descolonización.

En resumen, a la opinión pública se le muestra, de un lado, «cómo la contrarrevolución cubana se unió a la venezolana, dentro y fuera de este país, en esfuerzo por derrotar al proceso revolucionario aquí». Del otro, «la presencia en operaciones al servicio de la CIA, en distintos escenarios internacionales, de contrarrevolucionarios cubanos graduados en el ejército de EE. UU».   

«Tras la derrota de Playa Girón –apostilla el autor–, EE. UU. se preguntó qué hacer con los mercenarios. A partir de diciembre de 1962 formaron parte de unas llamadas Unidades Cubanas del Ejército Estadounidense; se fraguaba una segunda invasión contra Cuba, con más de 7000 cubanos» insertados en la armada yanqui.  

«Seleccionaron a los más identificados ideológicamente con el sistema estadounidense, para entrenarlos en Fort Benning, de donde salen figuras como Luis Posada Carriles».

Los usaron en escenarios disímiles: Vietnam, el Congo y países centroamericanos. «Luego de la Operación Condor, volvieron a unirse con asesores argentinos en Centroamérica, desde organizaciones terroristas con asiento, tolerancia, cobija y abrigo en territorio estadounidense».

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