En digno homenaje a Adalberto Álvarez, El Caballero del Son, y la salida a escena de reconocidas y noveles figuras del pentagrama musical cubano, devino la XIX Edición del Festival Piña Colada, que durante tres días puso a bailar a los avileños en distintos escenarios del territorio.
La música fusión, la alternativa y la popular bailable salida de El Niño y La Verdad, con una sonoridad peculiar y fuerza innegable sobre el escenario, y de Iván, El Hijo de Teresa, quien ha ganado aplausos en la escena timbera nacional por su versatilidad vocal; de Emilio Frías, sonero por excelencia e improvisador original, con experiencia forjada en conjuntos como Tumbao Habana y Elito Revé y su Charangón, se unieron y pusieron el aliño necesario para que miles de avileños disfrutaran de un festival que retomó fuerzas cuando algunos le auguraban el fracaso.
Arnaldo Rodríguez, como siempre fiel a las raíces, al lugar que lo vio nacer y a la cultura popular, derrochó elegancia y energía con sus temas, pero lo más importante es que como de costumbre supo aglutinar a diversos cultivadores de géneros, desde el ámbito estrictamente musical y de defensa de los valores de la historia y la identidad de la nación.
Fueron noches para los distintos gustos, con derroche de energía por parte del público y cada una de las presentaciones tuvo su singularidad, confirmándose el abanico de posibilidades rítmicas posibles dentro de un mismo género, mérito indiscutible de la música popular cubana y sus intérpretes.
Hasta el Festival, sencillo pero digno y sin derroche de recursos, acorde con los tiempos actuales, también llegaron a ofrecer su música Polito Ibáñez, el conjunto Adalberto Álvarez y su Son, y jóvenes músicos como el pianista Ernesto Oliva, el dúo Iris, Gape y Motivos Personales.












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