ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Ilustrativa

Dos años después de la pandemia, los defensores de la gran pantalla se preguntan si a esta le está llegando el final, o acaso solo se reservará para los acontecimientos comerciales, los blockbuster, como acaba de ocurrir con el último Hombre araña.

Hace unos días comentaba en estas mismas páginas el más reciente filme de Ridley Scott exhibido en los cines, El último duelo (2021), una atractiva historia medieval que, calzada por la firma del director de Alien y Blade Runner, hacía pensar en un éxito rotundo. Pero fue un fracaso total. Hasta que comenzó a verse en la holgura del streaming y los números de espectadores aumentaron de forma ostensible.

A sus 84 años de edad, Scott se asombró con el descalabro de su filme en pantalla ancha y arremetió contra la llamada generación millennial, seducida por las redes sociales y la tecnología inteligente, causante –según él– de que los jóvenes no demuestren interés por aprender algo más.  Las audiencias de hoy se criaron con los teléfonos móviles –dijo– y de esa forma se han desvirtuado los públicos y la calidad artística sucumbe ante el marketing y la moda. Y apoyó a Martin Scorsese y Francis Ford Coppola –recordar la polémica originada por ambos hace algo más de un año– al afirmar que «las tendencias actuales se centran en temas de superhéroes, ciencia ficción y terror, un triunvirato que acapara taquillas y arrincona a cintas bien logradas de otros géneros».

La asistencia del público a las salas cinematográficas disminuye a medida que pasan los años, y así lo demuestran cifras impresionantes. Las causas son diversas, entre ellas, la calidad de los televisores, las facilidades que propician los servicios de streaming, la tecnología permitiendo trasladar al hogar lo que se quiera ver, la magnificencia artística de los seriales concebidos para la tv, la tranquilidad de estar cómodamente encerrados en casa, y ese hábito sedimentado que ha hecho de las computadoras  un apéndice nuestro presto a brindar los servicios más diversos. Todo ello sin contar lo que vendrá en términos de realidad virtual, comunicación y entretenimiento.

Paso a paso, el espectador masivo se ha ido individualizando,  al punto que ya se habla de nuevos  hábitos de acudir al cine, y no solo debido  a la pandemia –como se pensó en un momento–, pues una entrega como Spiderman: No hay camino a casa, con sus recaudaciones millonarias muy actuales, se sitúa como la sexta película más taquillera de todos los tiempos, lo cual evidencia que filmes con la capacidad de crear grandes expectativas –marketing mediante– pueden llevar a las salas a espectadores mentalmente preparados para ello, a pesar de la COVID-19 y sus variantes.

Pero son pocos los filmes (siempre grandes y espectaculares producciones) capaces de remover al público del hogar en las dimensiones de antes, y así lo demuestran las estadísticas. Si hasta hace un tiempo cada héroe de la Marvel convocaba a millones, ahora las cifras son más bien discretas y títulos como Matrix Resurrections, estrenado en las salas en  diciembre con un antecedente de tres entregas altamente taquilleras, resultó un fracaso.

Hay otros más y, por supuesto, excepciones, como los últimos  Rápido y furioso y James Bond, sagas arraigadas en el imaginario popular, pero el haber colocado, casi al unísono, estrenos similares en las salas y en las plataformas ha ido arrimando la balanza comercial a favor de la segunda, un hábito creciente de quedarse en el hogar que, junto a otros  factores aquí expuestos preocupa,  porque pone en peligro la feliz  costumbre de acudir a las salas y encerrarse, a lo grande,  a ver una  película en un cine de verdad.

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