David Blanco y una obra de 20 años

Recuerdo cuando en los años 80, desde las páginas de El Caimán Barbudo, defendí la tesis de que el rock no había llegado a esta tierra para suplantar ningún otro género musical, sino para ocupar el lugar que le corresponde en nuestro enriquecedor patrimonio cultural. Desde mucho antes, diferentes nombres de prestigiosos músicos cubanos honran con su quehacer este legado de singular relevancia artística. Y por supuesto, David Blanco figura entre aquellos que han alcanzado la mayor reputación.

Nunca será suficiente reiterar que, para hacer buen rock del patio, no se debe copiar miméticamente a los músicos británicos o estadounidenses. En tal sentido, si escuchamos Feudalismo Moderno, el tema más reciente de Blanco, nos percatamos de inmediato de la intensidad expresiva que trae consigo cada alma roquera, capaz de extraer apasionados rugidos de la guitarra eléctrica, pero en este caso desde un personal lenguaje.

Estamos ante la presencia del alto nivel de creatividad de un músico capaz de dialogar de tú a tú con cualquiera en el plano internacional, sin extraviar el acento de cubanidad que lo distingue. Y precisamente, la celebración por estos días de sus 20 años con el grupo, nos confirma el esplendor de autenticidad que lo acompaña.

Se trata del resultado de una acumulación de valores profesionales y morales que lo nutren de una sólida conceptualización que le ha permitido crecer integralmente.

No por gusto es promotor del movimiento de la no violencia de género, del mismo modo que apoya públicamente las orientaciones para evitar el contagio de la COVID-19. A la vez, esa amplitud de puntos de mira ha sido capaz de extenderla hacia otras áreas de la música popular.

Sin embargo, donde mejor apreciamos esa voluntad de encontrarse consigo mismo sea en la probada hermandad con Giordano Serrano al bajo, Ronny Blanco en la guitarra líder, el batería Gabriel Dorcel y Yaimy Karel en la percusión, para recrear, entre todos, el fresco sonoro de una aplaudida obra de 20 años.