
¿Músico o empresario? ¿Auténtico o impostado? ¿De huella perdurable o víctima del olvido? Nada es sencillo ni rectilíneo a la hora de sacar cuentas acerca de lo que vale la pena rescatar o echar a un lado en la vida y obra de Xavier Cugat (1900-1990), violinista, director de orquesta y caricaturista que nació y murió en Cataluña y, más de lo que cualquiera imagina, inscrito en la historia de la música cubana.
A Cubadisco 2020-2021 lo trajo uno de los audiovisuales con que España cumplió con la condición de país invitado de honor. La proyección de Sexo, maracas y chihuahuas (2016), de Diego Mas Trelles, por el canal Clave, hizo que unos cuantos descubrieran y cuestionaran a una personalidad controvertida.
Menuda tarea la de Mas Trelles, al bucear en archivos fílmicos y fotográficos, recuperar entrevistas y álbumes, indagar en la memoria e intentar un retrato biográfico abarcador aunque incompleto, entre luces y sombras, mitos y realidades, pues, como veremos, no se puede dar por cierto todo lo que narra el documental a partir de los testimonios del protagonista y del juicio acrítico de algunos de sus contemporáneos.
La niñez y la pubertad de Cugat transcurrieron en La Habana. Su familia llegó a Cuba cuando la nación accedía a una independencia mediatizada por la intromisión estadounidense. Aquí aprendió el violín en el conservatorio Peyrellade, donde coincidió con el sagüero Mario Valdés Costa, quien compuso piezas atendibles y murió tempranamente en Nueva York, y la gran Rita Montaner.
Al mencionarla a ella, el documental incurre en un error garrafal, originado por la mitomanía de Cugat y la mala maña de muchos cronistas que repiten falsedades sin confrontar fuentes. Se desliza que Rita fue la primera esposa del catalán, supuestamente casados en 1918, cuando en realidad ese año Rita contrajo matrimonio con Alberto Fernández, el padre de sus hijos el Curro y Rolando. Si se quiere recorrer con rigor documental y testimonial la trayectoria vital y artística de Rita, hay que ir a las páginas del ensayo biográfico escrito por Ramón Fajardo.
Otro de los acuciosos y muy responsables exégetas de la cubana, el poeta y antropólogo Miguel Barnet, consultado para esta nota, refirió cómo la familia Montaner, al conocer la falsa afirmación de Cugat, trató de encausar una demanda civil en España para reparar la falsedad.
También se da por sentado que Rita giró por Estados Unidos con la orquesta de Cugat, cuando fue con el espectáculo The wander bar, con Al Jonson. El encuentro artístico de ella con Cugat, a quien apreciaba, aconteció en Nueva York en el segundo semestre de 1940, en un teatro-cabaret de Broadway, donde por cierto, hizo justicia a un cantante emergente, el puertorriqueño Bobby Capó, a quien Cugat había presentado como uno más, aunque este sabía desde entonces que el boricua era una carta de triunfo, como demostró al grabar con su orquesta los temas Suena la conga y Bilongo, en vivo en el Waldorf Astoria.
Entrevistado por Mas Trelles para el documental, nuestro Chucho Valdés da en la diana sobre el mérito artístico de Cugat: la habilidad para la orquestación y el conocimiento a fondo de los géneros de la música popular de Cuba, Brasil y México –entre los cubanos que trabajaron con él estuvieron Miguelito Valdés y Nilo Menéndez, el autor de Aquellos ojos verdes– que le permitió trabajarlos al gusto de lo que demandaban las audiencias estadounidenses, donde lo «tropical» fue una marca banalizada e indiferenciada.
Le llamaron el Rey de la Rumba, aunque sabemos, como ha dicho Barnet, que era una rumba de maracas, oropeles y lentejuelas, como lo fue el samba en las versiones con que Cugat arropó las estampas frutales y seudofolclóricas de Carmen Miranda. Un tropicalismo glamoroso al servicio de Hollywood y las burbujeantes piscinas de Esther Williams.
¿Seductor empedernido? El donjuanismo de Cugat fue proverbial. Cinco esposas y la responsabilidad de convertir a Margarita, la hija neoyorquina del bailador español Eduardo Cansino, en el símbolo sexual renombrado Rita Hayworth.
Al final Sexo, maracas y chihuahuas deja un sabor amargo con la patética existencia de Cugat al retornar a Cataluña para morir. El documental es solo la punta de un témpano que, en manos de un buen guionista y un mejor realizador, prefigura un drama biográfico de alto voltaje.










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Alejandro Ronda dijo:
1
25 de mayo de 2021
11:02:31
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