Si viviéramos tiempos normales, la celebración mozartiana por el aniversario 265 del nacimiento del compositor austriaco y la conmemoración verdiana por los 120 años del deceso del autor italiano habrían colmado teatros de ópera y salas de concierto en medio mundo al coincidir uno y otro acontecimiento el 27 de enero.
La pandemia de la COVID-19 lo ha trastocado todo: cierres de auditorios, músicos en confinamiento, festivales cancelados, funciones líricas pospuestas, y como alternativa las novedades discográficas y las transmisiones en streaming.
A esta última fórmula apeló la más importante de las jornadas internacionales de homenaje a Wolfgang Amadeus Mozart (1756–1791): la Semana de Mozart de Salzburgo, su ciudad natal, que debía transcurrir entre el 17 y el 31 de enero, curada por el cantante mexicano Rolando Villazón.
Aun así habrá una novedad sorprendente: el estreno absoluto de una partitura de Mozart a cargo del pianista sudcoreano Seong-Jin Cho. Se trata de Allegro en Re, incorporada ahora al catálogo cronológico y temático del compositor, elaborado inicialmente por su coterráneo Ludwig von Kochel con el código K 626b/16, que la sitúa en la cola detrás de la Misa de réquiem (1791, K 626a), con la salvedad de poner a continuación la cifra de la edad en la que se calcula el genio salzburgués concibió la obrita.
El manuscrito consiste en una hoja escrita por Mozart en ambas caras; a finales del siglo XIX, era propiedad de un anticuario vienés, cuyos herederos la subastaron en 1899. Por esa vía pasó a otras manos dos veces más, en 1900 y 1928, atesorada desde entonces por la familia de un ingeniero franco-holandés, que la vendió en 2018 a la Fundación Mozarteum, de Salzburgo. Seong-Jin la grabó el pasado 20 de enero sin público en la sede de la institución y este miércoles será estrenada en una transmisión conmemorativa en línea.
Entretanto, el tributo a Verdi –aquí en Cuba Ángel Vázquez Millares ofreció una emisión de La Traviata el último domingo en el programa La ópera, de CMBF– adquirió un matiz curioso debido a la selección de la emblemática Nabucco por parte de uno de sus mejores intérpretes contemporáneos, el español Plácido Domingo, que se regaló el 21 de enero ese gusto al llegar a las ocho décadas de vida.
La representación en la Ópera Estatal de Viena, bajo la dirección musical de Marco Armiliato, fue a puertas cerradas, sin público, aunque transmitida por la televisión y las redes sociales. En el propio Domingo la faena dejó un sabor agridulce no solo por la ausencia de aficionados en las lunetas, sino por el declive de quien es dueño de una de las más extraordinarias carreras del canto lírico de nuestra época, golpeado desde hace dos años por denuncias de acoso sexual a jóvenes mujeres colegas, al punto que ha sido obligado a renunciar a funciones y cargos en plazas de Estados Unidos y Europa.












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