ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

La miniserie alemana Charité en guerra pasó de un tirón en una de las jornadas especiales de fin de año. Habrá que volverla a ver. Si agradecida resultó esa opción de la TV Cubana, mucho más sería la posibilidad de repasarla a su debido tiempo, pues no abundan las producciones que vayan al fondo de la historia, con conocimiento de causa y sentido de la responsabilidad social ante un tema que algunos, lamentablemente, y a tono con la trivialidad postmoderna, tienen como asignatura vencida del pasado.

Charité en guerra Foto: Internet

Setenta y cinco años después de la derrota del fascismo, este fenómeno dista de ser superado. No hablemos únicamente de la reemergencia de los movimientos neonazis ni de las atrocidades que, en nombre del hegemonismo imperial, se reciclan con absoluta impunidad, sino de las peligrosas mutaciones de una ideología en la que la ética sucumbe ante intereses espurios.

No hay que ir muy lejos: Tuskegee, Estados Unidos en 1972; Durban y Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en los 70 y los 80. En uno, autoridades federales sanitarias contagiaron con sífilis y monitorearon, por casi cuatro décadas, a centenares de negros pobres para ver cuál era el curso «natural» de las derivaciones de la enfermedad. Uno de los responsables, el doctor John D. Heller, se excusó: «Ellos eran sujetos, no pacientes; eran material clínico, no personas enfermas».

El médico sudafricano Aubrey Levin, vivito y coleando aún en Canadá con sus 82 años y sin señales de arrepentimiento, lideró el proyecto Aversión, que apeló a la castración química y a las descargas eléctricas para dinamitar la orientación sexual de decenas de reclutas de las fuerzas armadas del infame régimen del apartheid.

La producción dramática de la televisora wdr, realizada en 2019, enfocó su trama en el célebre hospital berlinés Charité durante los dos últimos años de la Alemania hitleriana, a partir de rasgos biográficos de personajes reales y ficticios. Entre los primeros, el eminente cirujano ortopédico y protesista Frederick Sauerbruch (encarnado con sobriedad por Ulrich Neuthen), y el siniestro siquiatra Max de Crinis (retratado fielmente por Lukas Miko), autor del protocolo Aktion T4 adoptado por el Tercer Reich en 1939 para la eliminación de niños y jóvenes discapacitados en nombre de la pureza étnica. Hitler lo dijo y De Crinis lo citó: «La higiene racial se transformará en una hazaña más importante que las guerras que libramos».

En torno a tres ejes se desarrolla la serie: uno, el conflicto del matrimonio conformado por el doctor Waldhausen y su esposa ante el caso de su hija, aquejada de hidrocefalia y, por tanto, desechable para los estándares fascistas.; dos, el ocultamiento de la relación entre el hermano de la Waldhausen y un enfermero, criminalizada por la moral nazi; y tres, las decisiones que debe tomar el doctor Sauerbruch para hacer prevalecer el juramento hipocrático sobre la obediencia a los mandatos nacionalsocialistas.

Cada progresión dramática es llevada con pulso firme por el director Anno Saul, cuidadoso intérprete del guion, rigurosamente documentado y emotivamente diseñado por Dorothee Schon y Sabine Thor-Wiedermann. Resalta la ambientación física y espiritual de la época y la contención para contar las historias sin concesiones rocambolescas. A fin de cuentas, se trata de ojear el pasado con la mirada puesta en el futuro.

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Luis Perdomo dijo:

1

8 de enero de 2021

07:40:57


Excelente trabajo sobre está miniserie y su tema en estos tiempos de capitalismo inhumano que hay que conocer. Palante afrohermano Pedro de la Hoz.