ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Julito el Pescador, en la memoria colectiva. Foto: ICRT

Escribo estas líneas justo cuando se conmemora el sexagésimo aniversario de la derrota de una de las agresiones alentadas por Estados Unidos contra Cuba. Aconteció en las cercanías de Baracoa, en octubre de 1960. Una treintena de elementos, armados y organizados por los servicios de inteligencia estadounidenses, desembarcaron por Bahía de Navas. Eran antiguos soldados de la tiranía, criminales masferreristas y mercenarios. Entre ellos, dos ciudadanos de EE. UU. En pocos días, los agresores fueron derrotados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias y las milicias populares.

Este hecho, como tantos otros, pudiera ser recreado en una producción dramática audiovisual. El hondo calado en la teleaudiencia de las dos temporadas de LCB: la otra guerra, indican la pertinencia y necesidad de abordar, desde la ficción, episodios relacionados con la resistencia de Cuba contra los embates de quienes, desde entonces, y aún hoy, tratan de destruir conquistas, borrar la historia y regresar al sometimiento neocolonial.

Sé que el equipo conformado por el escritor Eduardo Vázquez y el realizador Roly Peña tiene en mente una tercera temporada. De una parte responderían a la demanda de una audiencia mayoritaria; de otra, a la necesidad de que la épica refuerce su presencia en el imaginario de los públicos de hoy y, sobre todo, los que vendrán mañana. Una épica sustentada en las reglas del género, audaz y entretenida, consistente y consecuente.

Me gustaría, no obstante, compartir algunas reflexiones acerca de esa posibilidad. El bandidismo no solo se dio en Las Villas y Matanzas, los dos escenarios hasta ahora focalizados en la serie. Entre 1959 y 1965, principio y fin de la manifestación, fueron liquidadas 300 bandas. El número se explica por la dispersión y microlocalización de los implicados. En realidad no pasaron de 4 000 los elementos vinculados a estos agrupamientos que operaban de manera irregular, evitando casi siempre el enfrentamiento directo con las fuerzas revolucionarias y dedicándose al saqueo, al crimen y al sabotaje, esperanzados en que con tales acciones calificaran a la administración estadounidense a intervenir militarmente en la Isla.

Hubo momentos en que las seis provincias de la antigua división político-administrativa registraron hechos de bandidismo, que exigieron respuestas contundentes. En Pinar del Río, por ejemplo, desde el alzamiento del cabo Lara hasta el aniquilamiento, en diciembre de 1963, de un foco contrarrevolucionario en una operación liderada por el capitán Eliseo Reyes (San Luis), se escribieron páginas susceptibles de tratamiento dramatúrgico. Es más, cerca de La Habana también tuvieron lugar acciones contra los bandidos.

Ahora bien, en los códigos de las series está la continuidad de los protagonistas como una condición. Los combatientes de LCB... que se mostraron en el Escambray se trasladaron a Matanzas. ¿Habría que volverlos a movilizar a otros territorios en una tercera temporada? ¿Sería creíble?

En la erradicación de las bandas desempeñó un papel medular la labor de contrainteligencia: penetración, captación y procesamiento de información, doble agentura. No es que en las dos temporadas de LCB... ello se haya dejado de tomar en cuenta, ni que tampoco quedara al margen la incidencia de agentes de la CIA en el sustento del bandidismo, pero quizá haya llegado el momento de potenciar particularmente en la serie esa arista.

Por otra parte, el reflejo épico, necesariamente no tiene por qué concentrarse en esta serie. En la memoria están En silencio ha tenido que ser y Julito el Pescador. Justo escribo estas líneas luego de leer la sentida evocación que un amigo acaba de hacer de uno de los héroes que inspiró En silencio…, Nicolás Sirgado, el agente Nerón. ¡Cuánta riqueza dramática se derivaría de llevarse a la pantalla, con altura e imaginación, episodios aún no contados de su contribución a la defensa del país!     

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