Entre los jóvenes que, en la sede universitaria habanera, cuando se conmemoraba el quinto aniversario del asesinato del Che Guevara en Bolivia, dieron inicio el 7 de octubre de 1972 a una saga medular en la más reciente historia de la cultura musical cubana, el grupo Moncada, estaba Pedro Trujillo a cargo de la flauta.
No pocos pasaron luego por la agrupación lidereada por el tenaz Jorge Gómez, unos más recordados que otros, pero todos comprometidos con una línea que identificó en las tradiciones soneras y trovadorescas del país, debidamente actualizadas, un modo de dialogar con el resto de América Latina y el Caribe y, a la vez, conectarse con otros públicos.
Sin embargo, al igual que  Himely en la percusión, Pedro parecía eternizarse. Cuarenta y ocho años en la misma plaza, con la misma entrega, con el mismo carisma, con el mismo humor, con la misma pasión. Ya sea en la flauta, o la quena, o el saxofón, o cuando requeríase el timbre grave en un coro, Pedro estaba ahí, y él mismo se daba a querer como el Gordo de Moncada. Estaba, me parece verlo como en una película, pasando de la melena negra al pelo encanecido, con un increíble sentido de la levedad sobre la escena, poniendo las notas indispensables al canto, 
 empeñándose en cumplir y mucho más. Ahí estaba. 
Ya no estará más. Un tumor maligno de rápida evolución lo derrumbó en La Habana este primer día de junio. Juan Carlos Rivero, compositor y artífice de buena parte de las orquestaciones que han logrado mantener fresco a oídos nuevos el sonido del grupo, recordó: «Fueron 25 años juntos. Compartimos infinidad de anécdotas y mucha música. Es un día muy triste para los Moncada y para la cultura cubana».
Uno de los más jóvenes integrantes del colectivo, Duani Ramos, resumió el dolor de sus compañeros: «Moncada ya no será lo mismo sin ti, todos preguntarán por el Tío Conejo o simplemente por Pedro el Gordo; la ley de la vida te aleja de nosotros, pero solo físicamente, no habrá concierto en el que no esté tu imagen».
En el gremio fue sentida la partida de Pedro. Valen las palabras de Orlando Valle, Maraca: «La flauta cubana está de luto. Una sensible pérdida para nuestra música».
También podríamos decir que Pedro no dejará de estar. En las grabaciones y testimonios audiovisuales de casi medio siglo, por supuesto; pero sobre todo en la memoria de los que entienden la música como fuente de enriquecimiento espiritual y el ejercicio del músico como un sacerdocio para bien de los suyos.


                        
                        
                        
                    







        
        
        
        
        

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RVR dijo:
1
3 de junio de 2020
08:37:54
mayito dijo:
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3 de junio de 2020
09:11:31
mayito dijo:
3
3 de junio de 2020
09:11:56
GME dijo:
4
3 de junio de 2020
10:17:11
manuelfl dijo:
5
3 de junio de 2020
10:26:31
Oscar Luis dijo:
6
3 de junio de 2020
11:27:27
Alberto Garcia dijo:
7
3 de junio de 2020
12:18:14
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