ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La doctora Ana Cairo Ballester. Foto: Anabel Díaz

Infatigable, minuciosa, ávida: así era Ana Cairo Ballester. Cada encuentro con ella suponía una sorpresa. ¿En qué trabajas? ¿Cuántos proyectos? Iba de un archivo a otro, de una a otra biblioteca, cotejaba fichas y legajos; indagaba, preguntaba, volvía a cada asunto con renovados bríos.

Una mala pasada –su fallecimiento el pasado 3 de abril– impedirá su presencia en la vigésimo novena Feria Internacional del Libro de La Habana, dedicada a su obra y personalidad. Mas no por ello su impronta dejará de hacerse sentir.

De manera muy especial el domingo 9 de febrero, a las 11:00 a.m., en la sala Nicolás Guillén de la Fortaleza de La Cabaña, tendrá lugar un coloquio que rendirá honor a su memoria, con la participación de los intelectuales Cira Romero, José Antonio Baujín, Eduardo Torres-Cuevas, Ricardo Hernández Otero y Pedro Pablo Rodríguez  y  la presentación de los títulos Bembé para cimarrones; Audacia cultural. Fidel: imaginarios. Tomos I y II; 20 de mayo, ¿fecha gloriosa?, debidos a su abnegada labor, publicados por la editorial Nuevo Milenio.

Esas obras dan la medida –no toda, por supuesto– de la huella de Ana en la cultura cubana. El profesor y ensayista José Antonio Baujín resumió la importancia de prestar atención a la obra de Ana a partir del profundo convencimiento cultivado por ella de la necesidad de construir y reconstruir permanentemente la memoria de la nación; concebir la cultura como proceso o, mejor,  sistema de procesos; y articular las conexiones profundas de la cultura artístico-literaria con las ciencias sociales y, principalmente, con la historia.

Estos principios se reflejan en volúmenes compilados, anotados y contextualizados por ella, autora asimismo de los respectivos ensayos introductorios, que constituyen referentes ineludibles para todo el que se interese por comprender quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.

Entre estos se hallan los ocho tomos de Letras: Cultura en Cuba; El Padre las Casas y los cubanos; Heredia entre cubanos y españoles; y los volúmenes consagrados a los centenarios de Julio Antonio Mella, Antonio Guiteras, Raúl Roa y Eduardo Chibás.

Una de las obras suyas más entrañables y singulares vio la luz en 2006, Viaje a los frutos, selección que revela las interrelaciones del Comandante en Jefe  Fidel Castro con la comunidad intelectual cubana. Del líder histórico de la Revolución, que entonces cumplía 80 años, observó con agudeza: «No conozco estudios recientes sobre la versatilidad de Fidel como orador. En los años noventa, él ha sorprendido con los discursos breves. En la conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro, pronunció un discurso, cuyo formato era el de un sermón laico; se le habían concedido siete minutos y empleó cinco. En el encuentro internacional de economistas en La Habana, para la clausura, optó por un sistema de preguntas que, de inmediato, se respondía; lo ejecutó en menos de diez minutos. En el periódico Granma, suelen aparecer textos suyos, firmados o no, en las modalidades de la crónica, el artículo de fondo y el editorial. Tiene un estilo inconfundible, garantía de la pervivencia de su maestría como periodista desde hace más de medio siglo. El intelectual Fidel Castro es un mito vivo …».

Por esas fechas entregó a la imprenta un ensayo medular, Bembé para cimarrones. «Para un número de la revista Catauro, de la Fundación Fernando Ortiz,  dedicado a la Ruta del Esclavo, me pidieron realizar un artículo sobre las repercusiones literarias y artísticas del tema de la esclavitud y específicamente me pidieron que trabajara el cimarrón. Cuando empiezo a escribir me percato de que tenía bastante material, así que lo que comenzó siendo un artículo se convirtió en un libro».

Entre sus significativos aportes  figura también el ensayo José Martí y la novela de la cultura cubana, que transita desde la exploración de la génesis del pensamiento martiano y su relación con diversas figuras y fuentes intelectuales, hasta las visiones que de Estados Unidos tenían los latinoamericanos en la época del exilio de Martí en el país norteño.

En su sentida semblanza sobre la investigadora y escritora, Baujín retoma el título del anterior ensayo para redondear la siguiente idea: «La vida de Ana Cairo es una novela que debemos construir porque brava fue y cumplió a cabalidad con su deber; ese es su legado. (…) Dejó estela iluminada sobre el rostro verdadero de la nación, sin linealidades simplificadoras y sin orejeras aldeanas; todo lo contrario, la ruta construida es coherentemente laberíntica y su mirada, universalizadora».

Ana llevó a la práctica una convicción suya profundamente enraizada: «la sobrada competencia ideológica, científica y cultural de los intelectuales para participar mucho más en los asuntos políticos, y para contribuir en mayor medida, desde su especificidad, al proyecto revolucionario de cara a su presente y, sobre todo, a su futuro».

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