Las jornadas de conciertos de Habana Clásica 2019 trajeron más de una sorpresa. Una de ellas fue la posibilidad de escuchar músicas de compositores que pasaron por la capital cubana en siglos anteriores –solo uno de ellos, Esteban Salas, nació aquí– y de incorporarlos a la memoria de nuestra identidad.
De tal modo por primera vez los cubanos de hoy entraron en contacto con Joaquín Ugarte, músico español que en la segunda mitad del siglo XVIII se desempeñó como maestro de capilla de la Parroquial Mayor de la ciudad –no existía aún la Catedral– antes de radicarse en Puebla de los Ángeles.
Sus partituras fueron rastreadas en esa urbe mexicana por la doctora Miriam Escudero, directora del Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Por cierto, la investigadora española Eva Bravo García lo ubica en La Habana el 14 de junio de 1768, a partir de una carta a su esposa Juana, una gaditana que lo ha visto viajar hacia el Nuevo Mundo y ansía tener noticias suyas. A ella escribe ese día: «…ya se hacían a la vela cuando te mandé otra por un mozo de Casa Ustáriz en que te participaba cómo el señor Obispo se había dignado el darme el magisterio de capilla de esta ciudad. Su renta son mil doscientos pesos al año, y hay años que pasa bien… El gasto que he tenido ha sido grandísimo en poner casa decente, como la tengo, y requiere para dicho empleo».
Escudero transcribió las partituras interpretadas en la Basílica Menor de San Francisco: un responsorio para los Maitines de Nuestra Señora de la Concepción y otro para la festividad del Corpus Christi. ¿Habrán sido escritos en Puebla, o los llevaba en su equipaje desde La Habana el maestro Ugarte?
La velada se completó con el Ecce Panis, de Esteban Salas, a seis voces, lo cual da una idea de su visión polifónica; el villancico Al par de ti dichosa, de Juan París, quien sucedió a Salas en la Catedral de Santiago de Cuba; y un Kyrie Eleison, de Cayetano Pagueras, un catalán sin suerte que nunca llegó a cumplir con su aspiración de ser nombrado maestro de capilla en La Habana ni tampoco en Puebla.
En un cuadernillo gris traspapelado en el expediente de su aspirantura al puesto de Puebla, Escudero halló la partitura, un ejercicio de composición que escuchó ahora en calidad de estreno absoluto. «Pagueras –dijo la acuciosa musicóloga– no fue valorado por sus contemporáneos. Pero su amplio y diverso catálogo –88 obras–, descrito en el inventario del archivo de la Catedral de La Habana (1872), contribuye a reafirmar su categoría de músico mayor».
Por fortuna para Ugarte y París, Salas y Pagueras, y el público de nuestros días, un grupo de jóvenes agrupados en el Ensemble Cantabile, lidereado por Yulnara Vega y Roger Quintana, y asistido oportunamente por el maestro organista Moisés Santiesteban, reviven con conocimiento de causa y solvencia artística esas músicas que nos pertenecen.










        
        
        
        
        

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