La participación del último filme de Roman Polanski en la 76 Muestra de Venecia ha disparado títulos periodísticos al estilo de «lobby feminista politiza la inauguración del certamen».
El mismo día de la inauguración, la presidenta del jurado, la argentina Lucrecia Martel, dijo que no estaría en la gala de J’accuse: El oficial y el espía, en solidaridad con las víctimas del acoso.
El tema «del acoso» se popularizó luego del nacimiento del movimiento Me too (Yo también), en octubre de 2017, tras acusaciones bien fundamentadas por abuso sexual contra el productor estadounidense Harvey Weinstein. No pocas celebridades de la pantalla empezaron entonces a denunciar acosos y violaciones, y el movimiento se dimensionó de tal manera que alcanzó al mundo del espectáculo en general, y se extendió a la arena política y empresarial de muchos países.
Figuras asentadas del cine conocieron el derrumbe y, entre ellas, dos excelentes directores que en años anteriores ya habían sorteado duras imputaciones: Polanski, acusado en 1977 de haber violado durante una fiesta a una menor en Estados Unidos, y Woody Allen, llevado a los tribunales por su hija adoptiva, Dylan Farrow, bajo el cargo de abuso sexual cuando ella contaba siete años de edad.
Polanski escapó de Estados Unidos y sobre él pesa una orden de detención, avivada 40 años después bajo el peso del Me too y Allen –no obstante haber sido absuelto por los tribunales en un proceso anterior– ha sido estigmatizado en su país, al punto de no poder estrenar su último filme.
La polémica con que se inició el festival de Venecia tiene que ver también con la poca participación de mujeres directoras en ese certamen, pero lo que más calienta el ambiente es el viejo tema que relaciona la obra artística con el comportamiento moral del creador. Si bien la Martel se negó a estar en la presentación del filme de Polanski (acerca del caso Dreyfuss y ausente el director de Venecia por temor a la deportación), ella misma aclaró que no separa la obra del hombre, pero «creo que su filme merece verse por las reflexiones que plantea».
Lo que algunos se preguntan es cuál será la actitud de la Presidenta del jurado a la hora de votar, principalmente si se tiene en cuenta que El oficial y el espía ha sido considerado un peso pesado en la contienda por el León de oro. Ya antes de llegar a Venecia, no faltaron señalamientos que relacionan aspectos de la vida de Polanski con el argumento de su filme y su esposa y actriz, Emmanuelle Seigner, preguntada al respecto, dijo que el director arrastra un «sentimiento de persecución fácil de comprender» si se tiene en cuenta el caso que le persigue desde 1977.
No faltan los que se cuestionan las connotaciones adquiridas al paso del tiempo por el movimiento Me too –y otros parecidos creados en diferentes países– y alegan que si bien han sido determinantes para hacerles frente a aquellos que se aprovechan de sus cargos y poderes, al tiempo que fortalece a las mujeres en su justa posición social y humana, también ha habido excesos que llevan a interpretaciones erróneas, incluso en el ámbito artístico.
Michael Haneke, dos veces ganador de la Palma de oro en Cannes, ha dicho que condena cada ataque sexual y abuso, pero que aprecia ciertas histerias a la hora de sacar a flote casos ocurridos hace 20 o 30 años. Y aunque sabe que será condenado por el movimiento Me too, alega que hay que estar en contra de cualquier cacería de brujas o lo que él califica de «nuevo puritanismo».
«Como artista –alega el director de clásicos como La cinta blanca, Amor y Funny Games– uno empieza a vérselas con el miedo ante esta cruzada contra cualquier forma de erotismo. El Imperio de los Sentidos, de Oshima, una de las películas más profundas sobre la sexualidad, no podría filmarse hoy», dijo.
Por otra vía, un alto número de actrices francesas y mujeres artistas, con Catherine Deneuve a la cabeza, han demostrado su desacuerdo con el Me too y su homólogo francés, Balance Ton Porc (Exhibe a tu cerdo) y en una carta publicada en Le Monde expresaron que «La violación es un delito, pero el coqueteo insistente o torpe no lo es, ni es la caballerosidad una agresión machista». Opinan ellas que ha habido «una concientización legítima de la violencia sexual que viven las mujeres» y eso era necesario, «pero ahora esta liberalización del discurso se ha puesto de cabeza».
Aseguran las firmantes que se coloca a personas que no lo merecen en el mismo nivel de violadores y delincuentes sexuales sin que tengan la oportunidad de defenderse. «Esta justicia expedita tiene víctimas, hombres a los que como castigo no se les permite ejercer su profesión, son forzados a renunciar y más, cuando lo único que hicieron mal fue tocar una rodilla, intentar robarse un beso, hablar de cosas ‘íntimas’ en una cena de trabajo, o enviar mensajes con connotaciones sexuales a una mujer que no correspondía esos sentimientos».
Me too y Balance Ton Porc –dicen– han quedado al servicio de los intereses de «enemigos de la libertad sexual, de extremistas religiosos, de los peores reaccionarios» y de quienes creen que las mujeres son «seres ‘separados’, niñas que aparentan ser adultas y demandan ser protegidas».
Como era de esperar, la carta ha recibido por igual aplausos y rechiflas, señal de que la polémica continúa, en Venecia, y más allá.
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Me encanta Barbara Eden dijo:
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2 de septiembre de 2019
11:10:03
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