
Ahí, en el centro del Prado cienfueguero, en marcha, con sombrero, bastón, saco y pantalón ancho batido por el viento, bajo el sol o desafiando la lluvia, Beny Moré acompaña a todos los que reconocen en él a esa voz imbatible, flexible como una caña y fresca, rotunda y visceral en boleros y montunos, mambos y guarachas. No importa el género o especie musical que fuera; Beny encarnaba y lo sigue haciendo todavía, el sonido diáfano de su isla.
No es una figura de bronce, ha sabido vencer el tiempo. Los cien años transcurridos desde su nacimiento, cerca de Cienfuegos, en Santa Isabel de las Lajas, el 24 de agosto de 1919, vuelan cargados de cien años de vida.
Porque no es posible recordarlo de otra manera como no sea despojado de toda nostalgia, como si cada entrega suya acabara de salir del horno de la creación. Porque Beny no es una moda, sino un modo de ser y sentir la música cubana.
Esa cualidad fue descrita por Senobio Faget, convicto y confeso rastreador de la vida y obra del lajero, al explicar «la profunda identificación del cantante con el público por su capacidad para acercarse a través de boleros, guarachas y sones a eso que Mario Benedetti llamó la teatralidad de la vida, lo que anda muy cerca de los sentimientos más auténticos de los seres humanos: las canciones de su repertorio tocaron todos los registros de la sentimentalidad popular».
Beny también es una actitud, el hombre de pueblo que nunca se despintó ni le dio la espalda a los suyos, que echó pie en tierra con los que quisieron para su Patria un destino mejor.










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jose dijo:
1
31 de agosto de 2019
09:53:31
Francisco Rivero dijo:
2
31 de agosto de 2019
14:01:41
Alexander Vargas Ricardo dijo:
3
31 de agosto de 2019
14:35:38
Alexander Vargas Ricardo dijo:
4
31 de agosto de 2019
14:38:43
teresa dijo:
5
2 de septiembre de 2019
07:26:53
Humberto René Lahera Martínez dijo:
6
3 de septiembre de 2019
12:42:49
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