Cuenta en un reciente twitter la escritora y publicista Jaime Primak Sullivan que durante un vuelo con destino a Nueva York alguien le pidió dejar de expresarse en español y que la reacción de la azafata, y de otros pasajeros, fue comenzar a hablar de inmediato en la lengua de Cervantes.
«¡Dios mío, nunca había querido levantarme y bailar tanto como lo quiero hacer ahora!», se emociona la Primak al dar a conocer la reacción colectiva frente al desplante racista.
El asunto me lleva al 11 de septiembre de 2001, en Los Ángeles, viendo por televisión el desplome de las Torres Gemelas de Nueva York.
En Los Ángeles se encontraba una delegación cubana asistente a la entrega de los Grammy latinos. La ceremonia debía haberse celebrado en Miami, pero las amenazas de los recalcitrantes de siempre hicieron que los organizadores cambiaran la sede. El día 10, un solidario Jon Hilson (1949-2004), periodista, estudioso marxista y gran amigo de Cuba, había llevado a Enrique Lagarde, y al autor de estas líneas frente a la edificación donde tendría lugar la ceremonia. Explicó la posible ubicación de los obcecados de origen cubano que se seguían oponiendo a la presencia de los artistas de la Isla –según lo anunciaran ellos mismos a la prensa–, y en qué lugar se situarían los miembros de la Coalición de Solidaridad con Cuba, presidida por el propio Jon.
Luciendo más alto desde sus botas de cowboy, un pendiente en la oreja izquierda y a flor de labios su inefable sonrisa, Jon predijo: «Por supuesto que vamos a ganar».
El atentado de Nueva York cambió el curso de los acontecimientos y la noche del día 11 casi toda la delegación de artistas cubanos se encontraba esparcida en un salón de prensa del hotel tratando de comunicarse por internet con la familia. Tres de nosotros –recuerdo la cifra perfectamente– veíamos en un saloncito contiguo un canal en español que daba cuenta de los últimos acontecimientos del atentado, cuando irrumpió un grupo de seis personas. Uno de ellos se dirigió al televisor y sin hablar una palabra, como si tuviera la llave de todos los truenos, cambió el canal.
–Eh, y eso –protestó alguien.
El hombre se viró hacia nosotros y al hablar no dejó dudas de que era cubano, aunque sus acompañantes no lo parecían.
–En inglés las noticias se entienden mejor –dijo con algo más que petulancia.
–Sí, pero llegamos primero.
–Solo que ustedes son tres –arguyó él– y nosotros seis, el inglés gana por mayoría.
Asomamos la cabeza al salón de las computadoras, silbamos, agitamos las manos, llamamos con urgencia y en unos segundos empezaron a llegar cantantes y músicos.
–Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ¡cambia el canal, carajo!, ocho, nueve, diez… –seguimos contando, pero el hombre y sus acompañantes ya no estaban.
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Francisco Ruiz dijo:
1
25 de julio de 2019
06:08:47
iso dijo:
2
25 de julio de 2019
08:45:45
Susy Sosa dijo:
3
25 de julio de 2019
14:56:18
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