ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Luego de traspasados los ecos de la XIII Bienal de Artes Plásticas de La Habana, y de haber concluido la segunda edición de la Bienal de Diseño, así como la I Bienal de Poesía, parecería necesario un descanso informativo. Han sido meses de una programación tan intensa, que es imposible seguirla en su totalidad. Y todo, sin afectar el accionar cultural de otros eventos, como la Muestra de Cine Joven del Icaic o la siempre esperada fiesta del disco cubano, Cubadisco. Si bien pudiera parecer prudente el receso informativo al respecto, es necesario el análisis que dé justo sitio a la madurez y el alcance de la política cultural cubana en medio de tan complejas manifestaciones.

Convocada por el Centro Wifredo Lam, perteneciente al Consejo Nacional de Artes Plásticas (CNAP), la XIII Bienal incluyó, bajo la plataforma La construcción de lo posible, a más de mil artistas, con muestras y proyectos que se insertaron en la mayoría de los municipios habaneros, así como en las capitales provinciales de Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos y Camagüey. Tanto el programa central como las muestras colaterales acogieron obras de creadores extranjeros y recibieron presiones de injerencia e intentos de boicot. Publicaciones financiadas oficialmente por la National Edowment for Democracy (NED) encargaron coberturas sistemáticas que focalizaran hechos de interés injerencista, en su mayoría fuera del evento, y traficaron con informaciones generadas por sitios de falsa información y usurpación de identidad.

Las muestras revelan, sin embargo, que la más plena libertad de expresión dominó el panorama. Tanto fue así, que se saturaron no pocos códigos de crítica social y un buen número de obras se disolvió en sus propias intenciones de llamar a la conciencia social. Es una página en blanco que revela hasta qué punto la crítica se salta el capítulo de evaluar con rigor cuanto exhiben, promueven y financian nuestras instituciones culturales. Pasado el agotamiento de ir de una exposición a otra, y la frustrante evidencia de que es imposible acceder siquiera a la mayoría, vendría bien que nuestro juicio crítico se tomara en serio esa doble condición inherente de crítica y enjuiciamiento, para que la población, en la que la mayoría confiesa estar interesada, se interese y comprenda más allá de la fiebre del evento.

La II Bienal de Diseño, convocada por la Oficina Nacional de Diseño (ONDI) bajo el lema Más allá de la forma, ha incluido a diseñadores y teóricos de más de 20 países y su accionar ha trascendido hasta niveles artísticos. Ante el espectador masivo, sus muestras aparecen como extensiones de la Bienal precedente y denotan, también, que su expresión es crítica y de franca libertad. Falta saber si las renovaciones que proponen se harán pertinentes en la práctica y, sobre todo, si tendrán la vitalidad suficiente para aportar valores trascendentes a nuestro entorno cultural, siempre asediado por carencias impuestas de las que terminamos siendo simbólicos culpables. Es más que asignatura pendiente ante la crítica, a la que también le urge adentrarse bastante más allá de la forma.

La I Bienal de Poesía, coordinada por el Centro Cultural CubaPoesía y la Dirección Provincial de Cultura de La Habana, apostó por los efectos de la oralidad, más allá de espacios habituales como la Uneac o la Casa de la Poesía, y se expandió por escuelas, barriadas y centros laborales de La Habana. Asediada por peligros reales y ficticios que genera el uso de los avances tecnológicos en la población global, la poesía demostró que no solo es aún necesidad humana espiritual, sino vehículo de combustión de ideas y sentimientos. Todo, más allá de los gremios creadores, aunque el evento todavía está lejos de contar con los potenciales amantes de la poesía que pudiera sumar.

Antes del 12 de abril, y hasta después del 2 de junio de este convulso 2019, estas Bienales han mantenido el interés de nuestra población, han arrastrado participantes y asistentes que trascienden los gremios respectivos, y ello a pesar de caóticas estrategias de promoción y propaganda que les sirvieron de soporte. Entre varios factores que posibilitaron ese amplio interés de nuestra población, me parece esencial apuntar este: nuestra política cultural responde más a una legítima demanda emocional de espectadores, consumidores y lectores, que a estrategias de eventos y programación. Es un signo de superación y madurez. Y es además un reto que entraña una complejidad creciente, una capacidad receptiva masiva que nuestra cotidianidad suele pasar por alto. No está de más enfocar la visión sobre este punto, vital para que se estrellen las intentonas de injerencia y se superen las inevitables pifias de tan magnos hechos.

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Boris Leon dijo:

1

7 de junio de 2019

21:18:35


Estimado Jorge, del ejercicio de la critica, prudente y sabia, nos crecemos. Lo hemos aprendido en el duro batallar, del hacer y el quehacer del Diseño, desde y para la realidad, el cual con humildad le digo, estuvo presente y primo en esta Bienal. Pero aprendamos de nuestras pifias, para hacerlo mejor, tiene usted las puertas abiertas, le esperamos.