Pinar del Río.–María Elisa Milián tiene diez años y el sueño de estudiar ballet, pero no pudo ingresar a la escuela de arte. Hacía tiempo que se preparaba, en un taller para niños que se imparte dos veces por semana en la sede de la Asociación Canaria de Pinar del Río. Cuenta que siempre la ha cautivado esta vertiente de la danza: «Es como si los artistas se dejaran llevar por el viento», dice.
En una de las películas más seguidas en el último Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, sobre la vida del bailarín Carlos Acosta, una de las escenas recuerda su paso de niño por la escuela de arte pinareña. «La vocación por el ballet la adquirí allí», confesaría el propio artista en Sin mirar atrás, su libro autobiográfico editado hace algunos años.
De haber continuado funcionando como entonces, ese también pudo ser el centro donde María Elisa y muchos otros pequeños de esta provincia comenzaran a adentrarse en serio en el mundo de la danza clásica. Sin embargo, el cierre de la especialidad (actualmente solo existen las carreras de música y danza) impide, desde 2013, la captación acá de nuevos estudiantes.
TIERRA DE BAILARINES
El hecho ha generado desconcierto. Julio Blanes, un pinareño que hoy forma parte del West Australian Ballet, afirma que «es muy triste, porque Pinar del Río es cuna de bailarines que hoy se encuentran en muchas partes del mundo».
Para la maestra Aurora Bosch, conocida como una de las cuatro joyas del ballet cubano, constituye una decisión desafortunada. «Cuando lo supe me dije: “no puede ser”, porque ese ha sido durante muchos años un orgullo, que cada provincia tenga su escuela de ballet».
Aunque la enseñanza de esa modalidad de la danza en el territorio data de la década de 1950, no fue hasta el triunfo de la Revolución que se abriera verdaderamente el acceso a ella. Griseida Carmona, directora de la Escuela Profesional de Arte (EPA) Pedro Raúl Sánchez Rodríguez, de Vueltabajo, recuerda que los profesores recorrían año tras año todos los municipios, en busca de nuevos talentos.
Sobre la institución pinareña, Carlos Acosta escribiría que «allí fue donde descubrí el amor y la amistad, y otras sensaciones que ayudarían a aquel niño a convertirse en el hombre que soy». No es la única estrella que ha pasado por la escuela. El historiador del Ballet Nacional de Cuba, Miguel Cabrera, destaca que esa institución ha sido «un elemento sumamente importante en el desarrollo del ballet en Cuba», pues ha dado «grandes, múltiples y valiosos valores».
BUSCANDO RESPUESTAS
Raysa Sofía Orraca, subdirectora provincial de Cultura, explica que a raíz de la aprobación de los Lineamientos de la Política Económica y Social, en el Sexto Congreso del Partido, el Centro Nacional de Escuelas de Arte (CNEART) decidió hacer un reordenamiento de su red escolar en todo el país, a partir de un análisis detenido.
El cierre de la carrera de ballet en la EPA Pedro Raúl Sánchez fue uno de los resultados de ese proceso. Inconformes con la medida, dos profesores se dieron entonces a la tarea de elaborar un proyecto para crear un ballet de cámara que justificara la reapertura de la especialidad, pero la iniciativa no prosperó en el Consejo Provincial de las Artes Escénicas.
José Miguel Caveda, su presidente, argumenta que la explicación es simple: No se puede aprobar un proyecto sin artistas, pensando en los jóvenes que se formarán en un plazo de al menos cinco años. En cambio, afirma que la preparación de los bailarines de ballet clásico les permite desempeñarse en otras manifestaciones de la danza. «Hoy tenemos plazas para ellos en nuestras compañías».
Entonces, ¿por qué permanece suspendida la enseñanza de una carrera con tanto apego entre los pinareños? La Directora de la EPA considera que «quienes deben defender que se abra otra vez son los Centros y Consejos».
El Presidente del Consejo de las Artes Escénicas, en cambio, opina que esa es una responsabilidad de la escuela. La Subdirectora de Cultura, por su parte, alega que, según su Ministerio, «con la especialidad de danza se resuelve, porque no tenemos ninguna agrupación de ballet clásico».
Ante el hecho de que las distintas instituciones, con implicación en el tema en la provincia, se atribuyan unas a otras la responsabilidad, Granma llegó hasta el Cneart en busca de respuestas. Rolando Ortega, director del centro, explica que durante el proceso de reestructuración de la red nacional de escuelas de arte, Pinar del Río no presentó un programa de desarrollo al que los graduados de ballet pudieran tributar como profesionales.
A pesar de haber aportado numerosas figuras durante décadas, Ortega señala que el territorio no ha sido capaz de consolidar un proyecto en el que se integren sus principales bailarines. Por otro lado, considera que los resultados en la especialidad, en los últimos años, distan de lo que una vez logró Vueltabajo.
Según el funcionario, el problema va más allá de la enseñanza del ballet. «También existen dificultades con la danza, el teatro, las artes plásticas, y tienen que ver con la concepción integral que debe tener el programa de desarrollo artístico, y las perspectivas socioculturales de ese territorio».
No obstante, asegura que las puertas no están cerradas definitivamente. «Siempre se le ha dicho a la provincia que cuando presente un programa de desarrollo, que justifique formar estudiantes de ballet, existen los mecanismos para que se haga el análisis y pueda ser aprobado o no. Pero hasta el momento nunca han entregado algo así».
¿EL FIN DE UNA TRADICIÓN?
Con el propósito de mantener viva de alguna manera la enseñanza del ballet, Mónica Sánchez, profesora de la EPA, cuenta que ella y también otros colegas han creado talleres vocacionales, a los que asisten decenas de niños.
El suyo, por ejemplo, funciona en la Casa de la Asociación Canaria de Pinar del Río, donde las alumnas aprenden las primeras lecciones, en un pequeño salón sobre un piso de granito que a la larga pudiera afectar sus piernas. Es lo que va quedando de una tradición que la provincia no supo preservar. «Hay niños que vienen con unas condiciones bellísimas, y finalmente han tenido que dejarlo», lamenta la profesora.
Así pudiera suceder con María Elisa, la pequeña que ya rebasó la edad de entrar a la escuela de arte, y todas las tardes, en su casa, acaricia el sueño de ser bailarina, mientras juega a imitar, frente al televisor, los pasos de Alicia Alonso en El lago de los cisnes.


                        
                        
                        
                    







        
        
        
        
        

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mayra dijo:
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28 de mayo de 2019
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Agustin Navarro dijo:
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RRA dijo:
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Ana Margarita Abreu león dijo:
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28 de mayo de 2019
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Abril Zentella dijo:
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Me encanta Barbara Eden dijo:
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30 de mayo de 2019
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8
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