ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
«La mujer /Que llama, me ha dado el ser: / Me viene a buscar mi madre». Foto: Fotograma de José Martí, el ojo del canario  

De hechos se construye la Historia. En ella caben, mal que nos pese, los que envilecen por no estar a la altura de aquellos que en su contraparte, le enorgullecen los cimientos. Reducidos a sombras –ya que han sido–, los eventos vergonzosos sirven para contrastar  la esbeltez de  aquellos que sin más talante que la nobleza de una causa, sostienen la mirada ante el mundo y habiendo tenido lugar, hablan por sí mismos.

Entre los que se suman a la cronología redentora de la Isla están los llamados sucesos del Teatro Villanueva –renombrado así el inmueble a partir de 1853 cuando el Circo Habanero fuera remozado–,  que acaecieran el  22 de enero de 1869, como una de las tantas muestras de la efervescencia independentista que vivió la Isla hace 150 años.

Ubicado en la calle Morro, muy cerca de la Muralla, en este sitio se produjeron este día hechos sangrientos perpetrados por los voluntarios españoles contra los criollos simpatizantes de la independencia de Cuba.

Los Bufos Caricatos exhibían en el capitalino Teatro Villanueva la obra Perro huevero, aunque le quemen el hocico, en reconocimiento a la actriz Florinda Camps, célebre en la interpretación de piezas contra el Gobierno español. La función perseguía recaudar fondos en apoyo a la lucha independentista, iniciada apenas cien días antes en La Demajagua.

Consignas como «Viva Céspedes» y «Viva Cuba Libre» desataron la violencia de los colonialistas, integrantes del Cuerpo de Voluntarios, que se encontraban escondidos en el foso de las murallas inmediato al teatro. Al escuchar la algarabía y aplausos de los asistentes, invadieron el espacio, arremetiendo contra el público y dejando a su paso una estela de crímenes que expandieron luego por toda la ciudad.

Los espectadores huyeron amedrentados por los balazos, buscando refugio en los callejones aledaños, pero fue imposible impedir que varios fallecieran o resultaran heridos. Entre ellos el hacendado Pablo González y su hijo de ocho años. Las mujeres, ataviadas con pañuelos que ostentaban los colores de la bandera, fueron arrastradas por los cabellos y destrozados sus vestidos. Los exaltados colonialistas sembraron la furia y el terror aquella noche. Solo la llegada a tiempo de las autoridades impidió que incendiaran el Villanueva como último acto de odio.

Inseparables resultan estos sucesos del adolescente José Martí, incluso cuando aquella noche no estuviera en el teatro, sino en la casa de su maestro, Rafael María de Mendive, cuya esposa se encontraba de parto. El incidente, sin embargo, fue detonante  para que el jovencito se involucrara definitivamente en la causa independentista.

El suceso vandálico ha quedado registrado en nuestra memoria histórica, de modo que cada 22 de enero el país dedica merecido homenaje al teatro cubano. La  efeméride representa el compromiso de las artes escénicas con el destino del país. La celebración de las Jornadas Villanueva, que tienen lugar por estos días, constituye un motivo más para discursar sobre las relaciones entre el teatro y la nación y celebrar el vínculo orgánico que ambos comparten.

Junto a las palmas por el teatro cubano, recordemos que entre las más hermosas páginas de la lírica martiana y, por extensión, de la literatura nacional, un poema, el XXVII  de los Versos sencillos, recogió muchos años después, los hechos pavorosos del Villanueva, los que hicieron a Doña Leonor Pérez abandonar su hogar para salir a comprobar con sus propios ojos que la vida de su primogénito no corría peligro. Quede el lector con ellos y con la certeza de que el teatro cubano no los olvida:

El enemigo brutal / Nos pone fuego a la casa: / El sable la calle arrasa, / A la luna tropical. / Pocos salieron ilesos / Del sable del español: / La calle, al salir el sol, / Era un reguero de sesos (…)  No hay bala que no taladre / El portón: y la mujer /Que llama, me ha dado el ser: / Me viene a buscar mi madre. / A la boca de la muerte, / Los valientes habaneros / Se quitaron los sombreros / Ante la matrona fuerte. / Y después que nos besamos / Como dos locos, me dijo: / ¡Vamos pronto, vamos, hijo: / La niña está sola: vamos!

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Jorge l Vicente dijo:

1

22 de enero de 2019

22:44:52


De niño aprendi en la escuela este hermoso poema. Hoy de adulto veo que hay en muchas partes hombres asesinos y pavorosos como los voluntarios. Hombres que odian a sus hermanos, actuan como mercenarios y se entregan a la traicion y a vender su patria.

Edel Núñez dijo:

2

23 de enero de 2019

06:57:50


Lindo artículo, y bello verso del gigante José Martí.