ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La labor pedagógica de Pancho Amat está presente hoy en todo el país. Foto: Ismael Batista

Premio Nacional de Música, el maestro Francisco «Pancho» Amat (Güira de Melena, 22 de abril de 1950) es hoy por hoy el más talentoso de los treseros cubanos. Para las nuevas generaciones de músicos su figura es un ejemplo a imitar, sobre todo, entre los que estudian el instrumento en la Escuela Nacional de Arte (ENA), donde desde hace años su presencia se ha vuelto habitual. Allí, con su labor docente, el maestro contribuye a la educación artística en nuestro país.

Y esa vida que Pancho le ha dedicado al tres, «su amor eterno», está recogida en el cd-dvd Pancho Amat: Mis caminos del tres, publicado por la discográfica cubana Bis Music, de Artex. Un producto didáctico que hoy sirve de guía en las escuelas de música del país, relacionado con su método de interpretar el tres.

«Si quería llegar a dominar el tres, tenía que dedicarme a él en cuerpo y alma», me dijo algún tiempo atrás. Entonces contó cómo fueron sus inicios en este camino: «Primero fui a los clásicos: Arsenio Rodríguez, con esa manera vigorosa de tocar, donde el instrumento se destacaba por su identidad propia: corría por otro raíl que no era normalmente el del conjunto.

«Déjame decirte que si tengo que copiarlo al pie de la letra, no me daría pena, a veces lo hago; no todo el mundo puede copiar a Arsenio ni al Niño Rivera, a quien conocí y con quien llegué a tocar; fue un excelente tresero y orquestador. Un día me dijo: ¿Tú has visto tocar a Isaac Oviedo? Ve a verlo porque, de todos los treseros, es el que más se mueve en el diapasón. Fui y lo vi.

«Pero mucho antes que eso, allá en mi Güira de Melena natal, cuando di los primeros pasos en el tres, lo hice fijándome en cómo lo hacía el tresero puertorriqueño Luis Lija. Incluso, cuando le preguntaba a alguien me remitía a Lija, quien tocaba con la orquesta que acompañaba a Panchito Riset. Esas grabaciones se escuchaban en las victrolas, principalmente. Por tocar como lo hacía él fue que me pusieron «El Rápido de Güira de Melena».

Siempre alegre, dispuesto a tender una mano a todo aquel que lo necesite, director de su propia agrupación, El Cabildo del Son; compositor, productor musical, incansable promotor de la música tradicional cubana, Pancho no descansa. Por eso quisimos adentrarnos un poco más en su vida y en cuánto ha aportado a la enseñanza del tres en Cuba.

¿Qué significa para usted ayudar a esos muchachos que serán los futuros músicos cubanos?

–Mucho. Ellos saben que siempre pueden contar conmigo. Nunca me cansaré de transmitirles todo lo que sé, de darles consejos para que lleguen a ser buenos músicos.

¿Cómo aplica Pancho Amat el dicho de que cada maestro tiene su librito?

–Bueno, si te lo digo deja ya de ser un secreto. No, no, para nada (ríe). Hay instrumentos que tratan de imitarlo, pero no es igual, por ejemplo, el piano. Los pianistas oyen los tumbaos que hace el tres y, a partir de ahí, elaboran. ¿Qué hago yo? Cojo esas elaboraciones y, poniéndole lo mío, se lo paso al tres, lo hago también con el laúd, así he ido logrando un nivel de elaboración diferente con la incorporación de estos, incluso de la guitarra del rock and roll, del blues, de la guitarra clásica, de relacionarme con músicos del feeling, del jazz, de la música afrocubana.

«A veces –te confieso–, no me interesan tanto las notas y sí el sentido rítmico de lo que estoy haciendo, juego con el ritmo. ¿Qué tiempo me falta para seguir estudiando y perfeccionando el instrumento? Te diría que toda la vida».

Saber que este producto sirve de ayuda a muchos jóvenes estudiantes hoy, y no solo a ellos, sino a todos aquellos que se interesan por tocar el tres, ¿qué te parece?

–Si les sirve de algo a los muchachos, bien. No quiero que les pase a ellos y a otros lo mismo que me pasó a mí –dice emocionado como niño con zapato nuevo–. En mi época muy pocos tocaban el tres. Yo tuve que mirar más atrás y me di cuenta de que el tres no interesaba porque se veía solamente como un instrumento acompañante. Claro, hay que mencionar al ciego Arsenio Rodríguez, al Niño Rivera, a Isaac Oviedo, que son nuestros y son muy importantes en esta historia, pero que hoy los muchachos que se gradúan de las escuelas de música casi ni conocen. Ellos tocaron el tres mucho tiempo, yo bebí también de ellos, pero lo que yo te quiero decir es otra cosa. ¿Qué joven que ingresaba en las escuelas de arte escogía el tres? Ninguno. ¡Quién se iba a graduar como instrumentista para después solo ponerse a acompañar! Por eso se iban por el mundo del jazz, que sí está concebido para sobresalir, para improvisar.

¿Cuál cree que ha sido específicamente su aporte en relación al conocimiento del tres?
–Si es que así se quiere valorar, creo que está en que hemos demostrado que el tres también es un instrumento que le permite a quien lo ejecute demostrar su virtuosismo, si en definitiva tiene talento. Incluso, es un pensamiento erróneo pensar que el tres no permite ese virtuosismo, ¿sabes por qué?, porque la música cubana está cargada de improvisaciones en las que el ritmo lleva el peso fundamental por encima de la melodía y la armonía.

«Para mi satisfacción, mi sueño de ver el tres masificado se ha hecho realidad. En todo el país hay muy buenos muchachos que nos vienen pisando los talones, a muchos los he invitado a tocar conmigo y con el Cabildo del Son, donde nos presentamos tocan hasta mis mismos movimientos. Hablando en buen criollo, siempre quise «sacar el tres del congelador» y creo que lo he logrado».

No quise terminar esta conversación con Pancho sin antes saber qué es lo que más le gusta del tres...

–¿Qué es lo que más me gusta? Su gaguera, su tartamudez, que es lo que le da ese saborcito especial. Ningún otro instrumento puede hacerlo. El tres pone sal en el son.

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Orlando Chirino dijo:

1

1 de junio de 2018

13:29:12


"Francis", así le decíamos entonces sus compañeros de clases en la secundaria en la lejana década de “los años 60”. Estuvimos en el mismo grupo en tercer año. Recuerdo que él era monitor de biología. Inteligente y siempre afable con todos. “Me complacen tus éxitos y te felicito por ellos”, te dice Chirino, tu compañero de clases. Un abrazo en la distancia.