
foto: Tomada de Horizontum
No podía ser de otro modo y al cumplirse los 90 años de la entrega de los premios Oscar, la Academia de Hollywood otorgó sus dos máximos galardones –mejor película, mejor director– a una producción representativa de lo más clásico espectacular imperante en esa industria a lo largo de casi un siglo: La forma del agua, del mexicano Guillermo del Toro, un cuento de hadas acerca del romance que viven una extraña criatura marina (bastante parecida al hombre anfibio de aquella vieja película rusa) y una muchacha muda sumida en el desamparo y la ensoñación.
Al igual que sucedió con la mediocre La la Land, ganadora del Oscar del pasado año, y con El renacido, premiada en el 2015, cintas a las que les llovieron ríos de exaltaciones (y ahora se les critica bastante), La forma del agua, con musical incluido, varias acusaciones de plagio y ambientada en tiempos de la guerra fría, ha sido precedida por una intensa campaña de marketing y buenas opiniones que ponen por lo alto el indiscutible talento de Guillermo del Toro para recrear mundos fantásticos a partir de la fórmula signada por «la Bella y la Bestia», mientras arrinconan defectos tales como la endeblez de su guion a la hora de justificar no pocas situaciones absurdas, la extensión desmedida del metraje, el maniqueísmo de buenos y malos y, lo fundamental, la falta de química amorosa resaltante en la pareja, en la que más bien se aprecia la lástima de ella hacia el monstruo condenado al exterminio por unos militares que no saben qué hacer con él.
La película, que llegó con 13 nominaciones, obtuvo dos Oscar más, banda sonora y diseño de producción.
El Oscar a la mejor actriz lo obtuvo Frances McDormand (hace 20 años ganó con Fargo) por Tres anuncios en las afueras, y el de mejor actor correspondió al inglés Gary Oldman, por su transformación en Winston Churchill en El instante más oscuro. La McDormand aprovechó su subida al escenario para hacer un discurso reivindicativo de la mujer, condenada en el medio a humillaciones, acosos sexuales y a devengar salarios por debajo del que reciben los hombres.
El Oscar de actuación secundaria ha sido en el masculino para Sam Rockwell por Tres anuncios en las afueras y en el femenino para Allison Janney, por su papel de la imperativa madre de Yo, Tonya.
Una mujer fantástica, chilena, de Sebastián Lelio, obtuvo el premio a la mejor cinta extranjera y Coco, Disney, ambientada en México, al mejor filme de animación.
El veterano James Ivory ganó por el mejor guion original por Llámame por tu nombre, mientras una de las favoritas para obtener los premios más importantes, Dunkerque, con excelente estructura narrativa y visualidad, ganó en montaje, mezcla de sonido y edición de sonido. Blade Runner 2049 se impuso en efectos visuales y fotografía e Icarus ganó el Oscar al mejor documental.
Entregado el Oscar, el premio entra en una nueva etapa de promoción financiera: los que no han visto los premios, querrán verlos de todas maneras, muchos sin recordar siquiera que el Oscar no es exactamente un certificado de calidad absoluta a lo mejor que se filma en el mundo, entre otras razones, porque ese mundo está por crear algo superior al Oscar, más abarcador y artísticamente creíble.
Y quien lo dude, que revise la lista de todo lo bueno y significativo que se ha quedado sin premiar a lo largo de estos 90 años que ahora celebra, a bombo y platillo y sin renunciar a fórmulas predominantes, el hombrecito dorado.
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Juan dijo:
1
5 de marzo de 2018
23:14:37
Jessica Respondió:
7 de marzo de 2018
16:18:06
Rodolfo dijo:
2
6 de marzo de 2018
08:18:49
Danay dijo:
3
6 de marzo de 2018
10:57:42
Fred dijo:
4
6 de marzo de 2018
23:28:07
rolando pérez betancourt dijo:
5
7 de marzo de 2018
08:50:17
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