ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Jorge Reyes fue el inspirador inicial del proyecto Ultramar. Foto: Juan Miguel Morales

Palma de Mallorca.–Seis años después de que a partir de su encuentro directo con músicos cubanos decidiera explorar las sonoridades de la isla antillana, María del Mar Bonet cumplió el sueño de ofrecer a su gente en Mallorca el resultado de tan abonado empeño.

Si Valencia y Madrid la arroparon y en Barcelona marcó un hito, la apoteosis sucedió en el Teatro Principal de la capital de la comunidad balear. No podía ser de otra manera. La cantante nació aquí y ha vuelto a vivir en sus predios. Apenas unas horas después del cuarto y último concierto de la gira, el diario local Última Hora desplegó foto y titular en portada, Un mar de sentimientos, y a la cabeza de dos páginas interiores subrayó, María del Mar Bonet sigue emocionando.

Un poeta mallorquín comentó: «Este fue el encuentro entre las palmas de dos islas que van juntas». Acierto gráfico para describir el acontecimiento. «Yo suelo tomar tiempo para madurar mis cosas. Jorge Reyes, en La Habana, por los días en que me sorprendieron con un Premio Cubadisco, sugirió trabajar lado a lado. Es difícil explicar los caminos que emprendimos para llegar a esto, cada tierra tiene sus propios acentos musicales, pero sabíamos que nos íbamos a entender y así dibujamos estos paisajes, porque la esencia pasa por el diálogo y los colores que aportamos».

Primero fue el disco, grabado en La Habana, y luego los conciertos. Ultramar se titula el disco, una coproducción que enlazó al sello barcelonés Picap con el cubano Producciones Colibrí. Marta Bonet, presidenta del Instituto Cubano de la Música pero en el plazo del punto de partida del proyecto directora general de la casa discográfica habanera, impulsó la idea y
aseguró que la edición cubana acompañará en febrero el concierto que María del Mar se debe a sí misma en el teatro Martí.

Por cierto, el colibrí, que tiene en el zunzún su versión cubana, se reveló como un símbolo para la cantante a la hora de decidirse por el hermanamiento sonoro de las islas: contó cómo vio en un parque habanero a una de esas avecillas posada sobre un marpacífico en medio del estallido de los flamboyanes.

Otra vivencia definitoria la tuvo cuando escuchó al grupo de música campesina Cuerdas del Monte, encabezado por el percusionista Eduardo Llibre, interpretar Cançó de na ruixa mantells, poema de Miquel Costa y Llobera que ella musicalizó. De ahí que incorporase a Cuerdas del Monte a la grabación y la gira Ultramar.

Entre Llibre, el talentoso laudista Yariel Gil, el guitarrista Omar Pérez, con la sustancial adición de Pancho Amat, quien dio una lección de virtuosismo y buen gusto, y, por supuesto, la
sensibilidad y la mente siempre abierta y
escrutadora de María del Mar, el zapateo, el punto libre y el camagüeyano, encontraron correspondencias en la tradición rural balear, la Amorosa guajira, de González Allué, encajó en uno de los poemas populares recopilados en Mallorca por el padre Rafael Ginard, y la savia de la jota mediterránea se curtió de sal caribeña en Com un mirall.

Escuchar a José María Vitier en el Auditorio de Palma y pedir su colaboración fue una misma cosa para María del Mar. Ella quedó prendada de la intensidad lírica del pianista y compositor, sintió, al igual que Martirio, la necesidad de apropiarse del poema Amor, de Cintio Vitier, que su hijo musicalizó, y de llevar al territorio de la canción Danza de fin de siglo. José María reciprocó el gesto al recrear No voldria res més ara, uno de los caballos de batalla del repertorio de la mallorquina.

Sobrevino entonces el fuego del jazz a lo cubano, con instantes estelares como el mano a mano entre Pancho Amat y Jorge Reyes en Nina Ninona, los chispazos de Héctor Quintana en la guitarra y Jimmy Jenks en el saxofón y la eclosión rítmica de Canción de las princesas africanas.

El público pidió más. Alejandro Falcón, uno de los pianistas cubanos de mayor empuje, se fundió a la cantante en una página brasileña sencillamente estremecedora, Amor de indio y revivió una de las piezas que puso a orbitar a María del Mar al inicio de su carrera, Águila negra.

Ella también fue por más. Que volen aquesta gent plantó bandera por la dignidad humana y La balanguera se convirtió en canto coral, al representar a la identidad mallorquina. «Es un himno que habla de esperanza», dijo María del Mar y los cubanos en escena compartieron ese sentimiento confiados en que el encuentro entre palmas y sonidos no se apagará nunca más.

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