ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

A las librerías está llegando un libro que no durará en ellas mucho tiempo. De esos que no necesitan promoción, porque el solo nombre de su autora es un convite a llevarse uno. Por muchas razones, llega en un momento harto oportuno: una porque Excilia Saldaña (1946-1999) vino y se fue del mundo en los cálidos meses del verano y es este un modo de recordarla; otra, porque septiembre precisa de sus  enseñanzas.

Tras las vacaciones nos vestimos de estrenos. La escuela espera por sus alumnos; los centros laborales estabilizan su personal que en gran parte ha tomado un descanso ya sea para hacer un alto al trabajo, o para atender a los niños que disfrutan en estos meses del receso escolar. Y aunque no lo parezca, retomar la inercia cotidiana invita al orden, a la revisión, al nuevo emprendimiento.

Pero para septiembre falta un tiempo aún y en él asoma En la cresta de la ola, una exquisita selección de la poesía y la obra de la Saldaña, rubricada por la editorial Gente Nueva, a cargo de Esteban Llorach, conocedor al dedillo de la creación de la autora, a quien recrea con precisión fotográfica en un prólogo donde Excilia vive su vida con la sabrosura  de las pequeñas cosas, a juzgar por el escenario que el avezado editor ha escogido para presentárnosla.

Tras esta apertura de Llorach, se inicia el libro de 266 páginas donde hay para escoger linduras de esas que una vez leídas queremos comentarles a alguien; de  esas que nos hacen decirle a quien tengamos al lado: -¡Mira esto! ¡Qué manera de decir las cosas simples, las que se caen de la mata pero solo saben definir los poetas!

En la cresta… reúne de todo un poco. Hay cuentos, adivinanzas, poesía, un suculento refranero creado por la propia autora que en cuya construcción dice divertirse y amar el extraño misterio de la palabra. «Por eso escribo estos proverbios, estas consejas, estos epigramas». Más adelante ruega «a los que plazcan que pueden repetirlos sin necesidad de pensar en la propiedad intelectual».

Ninguna de las verdades esenciales, de las vividas, de las que se añoran, de las que deben galopar sin tambaleos en toda alma humana, escapan de la pluma de la escritora que inmortalizó a su abuela en un libro como La noche –del que se han seleccionado también textos–. Aquí, endulzadas con hermosas imágenes a cargo de Ceddy Valdivia, se dan la mano los más disímiles motivos universales, en apariencia lejanos, pero todos destinados a conseguir el refinamiento del espíritu, el cultivo de la generosidad y la valía.

Prosa, rimados a pedir de boca, sentencias breves  de las que podemos adjudicarnos sin temor al error, nanas, leyendas, trabalenguas, acertijos… en estas formas llegan a En la cresta… el amor a la patria, los ancestros -religiones heredadas incluidas-,  la inocencia infantil, la protección natural del adulto noble a los pequeños, el amor a las cosas verdaderamente auténticas, la sensualidad y fuerza femenina, los vicios y virtudes del carácter.

Tocar, abrir y más atrás, (H) ojear este libro es un encuentro con la belleza y dan ganas de ser parte de estas historias o sumar a la vida propia trozos de sus argumentos. Leer el sensible idioma de que están hechas contagia de estremeceres a quienes las abordan.

Por eso es bueno que agosto cobije a En la cresta…, que el libro llegue a las casas en estos días, para que haga lo suyo en las almas lectoras, que a su vez deben compartir con los que no leen, al menos algunas de estas emociones.

Con estas vitaminas  «administradas» dulcemente al alma, desde la literatura, bien pudiera empezar mejor septiembre.

Resultarán vitales ahora que tantos ignoran que el hogar «no es la casa ni los muebles que hay dentro»; que los versos no son la poesía; que dentro llevamos un enemigo, el de los impulsos irracionales,  al que hay que sujetarle duro las riendas.
Ojalá  este libro haga mella en muchos maestros, para que florezca en las aulas; en muchos padres, para que acrecienten su ternura, llave de todo triunfo; en muchas abuelas, para que en estas cálidas noches busquen un rinconcito donde corra el fresco natural, y les lean libros como este a los pequeños de la casa.  

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Gualterio Nunez Estrada dijo:

1

16 de agosto de 2017

09:07:29


Deberian haber publicado uno de los poemas de esta autora como muestra.

Rogelio Torras dijo:

2

16 de agosto de 2017

11:25:07


En 1959 vivía cerca de Excilia y fuimos casi novios, entonces residía en Pocito y una persona mayor intentaba enamorarla, era Carlos Rafael Rodríguez. Si alguien intenta escribir su biografía puede localizarme, puedo dar algunos detalles poco conocidos. Rogelio