ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ramiro Guerra en sus 95 años. Foto: de la autora

Hay hombres que vienen a la vida con el impulso cósmico de la creación. Hay vidas tan determinantes que son capaces de convertir un anhelo en idea; una idea en acción; una acción en proyecto; y un proyecto en arte. Hay hombres que hacen de su destino personal una obra genésica, elemental, capaz de esparcir huellas que se enclavan en las entrañas de la eternidad. Hay criaturas de sensibilidad, de arte, de legado, de luz. Y hay nombres en esa lista como el de Ramiro Guerra.

Ramiro es la danza cubana.

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Llega sereno, con su andar pausado apoyado en un bastón. Su cabello blanco y su figura corva contrastan con su mirada. Es una mirada espejo, viva, creadora y luminante, igual que hace 58 años cuando fundó el primer conjunto de danzas modernas en Cuba. Es 29 de junio. Es su 95 junio y muchos de sus discípulos se han reunido para celebrar al maestro.
Ahí están Santiago Alfonso, Isidro Rolando, Rosario Cárdenas, Luz María Collazo, Clara Luz Rodríguez, Eugenio Hernández Espinosa, Gerardo Fulleda León y la doctora Isabel Monal.

Bailarines, teatristas, coreógrafos e investigadores coinciden: «Gracias a él, tenemos en Cuba, danza moderna».

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Doctorado en Derecho en la Universidad de La Habana, Ramiro siempre supo que su camino estaba en la construcción del movimiento, en la subjetividad de la mente expresada en el cuerpo como herramienta. Se inició en esta manifestación artística en los años 40 del pasado siglo, no solo como un ejecutante sino como investigador, coreógrafo y crítico.

Estudió en la Sociedad Pro-Arte Musical y junto a Alberto Alonso se sumó al cuerpo de baile de la compañía Original Ballet Ruso del Coronel de Basil. Tuvo contacto en Estados Unidos, con figuras esenciales de la danza como fueron Martha Graham, Doris Humphrey, Charles Weidman y José Limón. A su regreso a Cuba se dedicó al estudio del folclor.

Sus primeros pasos en la creación danzaria fueron cuando creó Toque (1952) para el Ballet Alicia Alonso, pieza que provocó un verdadero escándalo en la sociedad habanera de la época. Luego, en 1955, volvió con una propuesta de vanguardia: El recital de danza, donde puso de manifiesto sus inquietudes por la identidad cubana, según recoge la historiografía danzaria.

Un año después, fundó el Teatro Experimental de la Danza y, al año siguiente, creó el Grupo Nacional de Danza, con el que estrenó Tres Danzas Fantásticas en la sala teatro El Sótano.

El propio coreógrafo —que bailaba con el rostro oculto tras un mechón de cabello para evitar ser reconocido por quienes lo identificaban también como estudiante de Derecho, así lo contó en una ocasión: «Antes de la Revolución, ya tenía un pequeño grupo de alumnos en la sala de El Sótano. En el agujero de la calle K, había hecho varias funciones con un público de tres o cuatro personas, con los tiros sonando desde la Universidad (…) Fui el primero en utilizar música grabada en espectáculos danzarios porque no tenía forma de contar con una orquesta, ni siquiera con un pianista».

El Departamento de Danza Moderna[1] del teatro Nacional de Cuba se creó el 25 de septiembre de 1959 y fue el propio Ramiro quien lanzó la convocatoria, seleccionó a los bailarines, les entrenó y montó las piezas. La creación era un intento por establecer definitivamente la estética de la danza nueva asimilada por él en Estados Unidos con Martha Graham y otros íconos de la modernidad danzaria.

Se presentaron bailarines con conocimientos de danza contemporánea como la norteamericana Lorna Burdsall, algunos con experiencia en cabaret y televisión: Santiago Alfonso, Arnaldo Patterson y Eduardo Rivero; y otros sin experiencia alguna como Alberto Méndez González, quienes con el tiempo devinieron nombres relevantes dentro del panorama danzario cubano.

Sobre la fundación del Departamento de Danza Moderna, Ramiro apuntó: «Hicimos un llamado a bailarines de la calle o a quienes tuvieran algún tipo de técnica. Lo que yo les enseñaría —explica— era algo totalmente diferente: no era ballet.

De ellos, escogí 30 bailarines: diez blancos, diez mulatos y diez negros. Desde el principio, la compañía tuvo una proyección muy nacional. Usamos música de compositores cubanos y los diseñadores eran cubanos».

En esa creación, Guerra situó el nacimiento de la primera compañía especializada, en un país sin tradición, sin bailarines, sin público. El nuevo elenco, liderado por Ramiro, supo asumir creadoramente las técnicas universales de danza e incorporar al entrenamiento el folclor cubano. Ramiro trajo a la danza los temas auténticamente cubanos.

El 18 de febrero de 1960, en la sala Covarrubias del teatro Nacional, Danza Moderna estrenó sus dos primeros títulos:

Mulato, con música de Amadeo Roldán, y Mambí, con partitura de Juan Blanco. Ambas coreografías, con un corte netamente narrativo, generaron opiniones encontradas. La danza, entonces, comenzó a ser objeto de discusión y figuraba entre las polémicas de intelectuales y artistas que caracterizaron a nuestro país en los años fundacionales de la Revolución. Y poco a poco fue abriéndose paso, hasta que logró crear un ambiente favorable para la recepción.

Pionero en los estudios sobre la danza en Cuba, Ramiro siempre destacó en la escritura. Su firma puede ser rastreada desde antes de 1959 en la revista Prometeo; luego en el suplemento Lunes de Revolución, la revista de música de la Biblioteca Nacional y posteriormente para Tablas. Lucidez y sabiduría para investigar, capacidad crítica y dotes literarias, son cualidades que lo han distinguido.

Ha sido catalogado como uno de los ensayistas más perspicaces en la historia de la danza cubana. Su producción teórica incluye libros como: Apreciación de la danza, Teatralización de la danza y otros ensayos, Una metodología para la enseñanza de la danza, y Calibán danzante, entre otros.

Ramiro Guerra tuvo el excepcional mérito de introducir en dos niveles —coreográfico y crítico— la práctica, el pensamiento estético y crítico de la danza moderna en Cuba, y con ellas expresar la renovación de la nueva cultura que se desarrollaba con la Revolución.

***
La tarde transcurre tranquila. Entre anécdotas y recuerdos. El maestro calla, escucha. Mira de soslayo la cámara.
Santiago Alfonso recuerda sus comienzos en el Conjunto de Danza Moderna; Isabel Monal habla de los primeros años del teatro Nacional y la perseverancia del creador, Luz María y Clara Luz ríen y añoran aquellos momentos encima del escenario bajo su égida; Isidro Rolando repasa las enseñanzas; Rosario Cárdenas habla de la impronta del maestro. Todos coinciden: «¡Gracias, maestro!».

Y ahí está Ramiro resuelto, disuelto, en la perfección de su obra.


1
 En 1959, se llamó Departamento de Danza Moderna. En 1960 cambió a Conjunto Nacional de Danza Moderna, y en 1972 a Danza Nacional de Cuba. Finalmente, asumió su actual nombre de Danza Contemporánea de Cuba, en 1985.

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Jose Pablo dijo:

1

5 de julio de 2017

11:06:19


Bien por acordarse de un gran artista. Pero nadie habla del teatro universitario, existe todavia? Porque no se hace un reportaje al respecto. Gracias. Gracias.

jpuentes dijo:

2

7 de julio de 2017

08:55:01


Buena persona, buen vecino. felicidades

g de la cal dijo:

3

11 de julio de 2017

11:53:35


FABULOSO SU ARTE. BRILLANTE ESTRELLA, DE NUESTRA CULTURA CUBANA. VIVA SU ARTE, PARA LAS GENERACIONES FUTURAS. GRACIAS Y ETERNAMENTE, GRACIAS, RAMIRO.