
La difundida muerte del carismático actor británico Roger Moore, a los 89 años de edad, hace recordar los filmes que en realidad lo hicieron saltar a la fama y que no son otros que las siete entregas de James Bond en que tomó parte, entre 1973 y 1985.
Hoy, aquellas viejas películas pueden mover a la risa de tanto esquematismo político-ideológico, pero en su momento —Guerra Fría en su apogeo— además de ser muy vistas en el mundo, jugaron un papel predominante como propaganda anticomunista.
En el 2012 se cumplieron 50 años de estar en pantalla el agente 007, con licencia para matar, y el aniversario sirvió para promover internacionalmente sus filmes en los más diversos soportes.
Se habló entonces, y se sigue hablando con ánimo de jugosas ventas, de las novelas de Ian Fleming, de las más de 20 películas realizadas desde que en 1962 Sean Connery encarnara al personaje en Agente 007 contra el doctor No, de los actores que luego lo sucedieron y, por supuesto, de los personajes femeninos que la pasaron de maravilla en su tránsito por el lecho del galán al servicio de la Reina, no importa que buena parte de esos mamíferos de lujo (la expresión es de Fellini) estuvieran controlados por «el oro de Moscú»: en la cama, sobre un butacón, o en la arena, el atractivo James Bond era (sigue siendo) mucho más que cualquier ideología.
James Bond fue el principal estandarte cinematográfico en la lucha contra el comunismo. Del lado de los «buenos», gente simpática, bonita, desprendida en el lance de ofrendar sus vidas en aras del llamado mundo libre; del bando de los «malos», genios feos y perversos prestos a aniquilar el mundo occidental.
Hace varios años estuve a punto de llevar un James Bond a la televisión para analizar con los espectadores cómo el agente 007 se daba un salto clandestino a Cuba (locación en Cádiz) y en una playa del archipiélago conocía a la chica Bond de turno, la mulata Halle Berry, que saliendo del mar en bikini anaranjado terminó por ser lo más apasionante de la historia. Luego desistí porque la urdimbre de conspiración internacional era tan burda y poco imaginativa que, para exponer cómo puede disolverse sutilmente el narcótico propagandístico en colores y grandes presupuestos, no me servía (me refiero a Muere otro día, 2002, el último en que el actor Pierce Brosnan interpretó a James Bond).
Varias veces la «obsesión» Cuba ha estado presente en filmes de James Bond. En 1983, por ejemplo, se estrenó Octopussy, y aunque la trama principal tenía lugar en la India, los primeros diez minutos se dedicaban a narrar cómo el 007, disfrazado primero de capitán cubano y luego al timón de un miniavión supersónico, destruía una base militar para espanto de unos militares de dudosa pronunciación «cubana».
Los «combos» con las películas de Bond se han vendido y ahora, con la muerte de Roger Moore —que en su vida privada fue un hombre respetable y cooperante de la Unicef en campañas vinculadas con los niños— busco una de sus últimas películas, Solo para tus ojos, del año 1981. Ya se le ve bastante pasado en años para el personaje, en especial porque tiene a su lado a una muy bella Carole Bouquet como chica Bond. La trama es más o menos la siempre: soviéticos y maléficos secuaces tratan de robar un dispositivo secreto utilizado para conducir los submarinos nucleares ingleses. No faltan algunas pinceladas imaginativas, pero el filme, en su conjunto, luce viejo y con escenas de persecución francamente aburridas.
Pero hay un elemento de interés extra: los cubanos y las reiteradas menciones a Cuba que allí se hacen.
En los primeros minutos puede verse a Héctor González (Stefan Kalipha), un piloto que se nos había presentado en el bando de los «buenos», ametrallando en una avioneta a los padres de la protagonista (un primer plano que resalta su expresión de latino malvado con una sonrisa de abundantes dientes de oro). El cubano Héctor se va a Madrid, allá va a buscarlo James Bond y se lo encuentra de mandamás en una inmensa piscina llena de mujeres dignas de figurar en portadas de ciertas revistas. Altercado, peleas y otros cubanos que en dos potentes automóviles se lanzan a tiro limpio en pos del 007, que huye en un carrito que da pena.
Exterminado físicamente «el peligro cubano», se sigue hablando de Cuba a lo largo de la trama como uno de los cerebros del eje del mal interesado en capturar los secretos atómicos y el lugar adonde, una vez concluida la misión, irán a refugiarse «malos y traidores» (el principal de ellos, que ha venido engatusando a una joven patinadora de hielo, le dirá hacia los finales que recoja sus cosas que se van para Cuba. Y ante el reclamo de la bella jovencita de qué sucederá con sus sueños de campeona olímpica en los juegos de invierno, el maduro lujurioso le dirá que en Cuba —¿con qué nieve, con qué hielo?, trago en seco— podrá seguir entrenando).
Al final, la primera ministra Margaret Thatcher (Janet Brown) felicitará a Bond por su arrojo y valentía, pero él no tendrá tiempo de responderle, ansioso como está de ir a darle «tratamiento físico» a la nueva amante, mientras este servidor, sabedor de que al menos en aquel tiempo Carole Bouquet no enseñaba nada de nada, apaga el dvd y sonríe.
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Armando17 dijo:
1
26 de mayo de 2017
07:17:14
Victor Respondió:
8 de junio de 2017
10:40:16
Aram Joao Mestre León dijo:
2
26 de mayo de 2017
09:02:30
german m. gonzález dijo:
3
26 de mayo de 2017
09:45:11
Arquero Respondió:
26 de mayo de 2017
15:16:23
Lee dijo:
4
26 de mayo de 2017
13:41:50
rene dijo:
5
26 de mayo de 2017
18:29:56
Nor1 dijo:
6
29 de mayo de 2017
11:18:56
Nor1 dijo:
7
1 de junio de 2017
10:29:53
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