
Chris Cornell era un sobreviviente. Sobrevivió al disparo de Kurt Cobain en la cabeza, a las convulsiones de su juventud en medio de la eclosión del grunge en los años 90, al desencanto de una generación que descubrió en la escena de Seattle una respuesta contra el sistema, a la maquinaria de las disqueras que trataron de eliminar la rebeldía del grunge para venderlo como la nueva moda en Estados Unidos y el mundo, e incluso, mucho más importante, había logrado sobrevivir a él mismo, al menos hasta este jueves en que el líder de Soundgarden siguió la misma ruta de sus compañeros de generación y decidió quitarse la vida en el baño de un hotel en Detroit.
Todo parecía estar en orden en el entorno del emblemático vocalista de rock. Tras vencer las batallas contra la depresión y las profundas crisis existenciales de su primera época, se le veía a sus 52 años en plena forma, sin apenas desgate emocional y físico por los duros años en la carretera.
El líder de Soundgarden se encontraba con la voz intacta y en la plenitud de sus cualidades como frontman. Se le percibía en la cresta de la ola de una carrera que se topó con límites existentes y autoimpuestos que difuminó desde el momento en que publicó Superunknown, ese clásico lleno de himnos, entre ellos el enigmático Black Hole Sun.
Superunknown, sin embargo, podía considerarse un mal presagio. El músico que cantaba con una voz atormentada y áspera, como si la vida se le fuese a escapar por la garganta, se mostraba como un tipo lleno de conflictos que encontraba en el lado oscuro y salvaje de la existencia una rara sensación de bienestar. Pero Chris venció los pronósticos (ya Kurt Cobain se había volado la cabeza cuando salió en libertad Superunknown en marzo del 1994) y continuó con una trayectoria que, si bien tuvo sus momentos a la baja, mantuvo el sentido ético de la escena de Seattle y de la última auténtica revolución dentro del rock and roll.
Chris Cornell y Eddie Vedder, (Pearl Jam) eran los mayores exponentes de la civilización del grunge tras el suicidio y la muertes por sobredosis del líder de Nirvana y de los vocalistas Layne Staley de Alice in Chains y Scott Weiland, de Stone Temple Pilots.
Chris parecía estar ya bastante cómodo con el estatus que se le otorga a ser una estrella de rock aunque realmente cada vez que salía al escenario se podía percibir que allá arriba, para él, había mucho en juego, quizás demasiado. Era más que una actuación o un performance al uso. Era, sobre todo, una lucha interna para demostrarse que todavía el rock podía ser otra cosa, que valía la pena seguir siendo un obsesivo animal de escenario y escribiendo canciones que, vaya ironía, podían llegar asalvar vidas.
Chris Cornell tuvo el arrojo de romper la distancia que lo separó de sus seguidores cubanos al viajar a la isla en 2005 para cantar con Audioslave, esa super banda que armó con tres de los integrantes de Rage Against The Machine.
En aquella oportunidad me habló sobre su sorpresa al descubrir cómo su música se conocía en Cuba y existían tantas personas que la escuchaban. El concierto fue una fiel prueba de ello. Allí, frente al malecón habanero, había cientos de miles de cubanos haciendo realidad un sueño, el mismo que con otros notorios significados cumplieron varias generaciones con los Rolling Stones. El concierto, el primero de una banda estadounidense al aire libre en la isla, quedó inmortalizado en el DVD Audioslave: Live in Cuba, un material que luego de ser publicado muchos perseguimos hasta el cansancio.
La generación del grunge siempre tuvo una profecía trágica sobre sus cabezas tras la muerte de Cobain. Chris tampoco pudo escapar a ella cuando todo indicaba que ya había sobrepasado la delgada línea que lo unía a los trágicos 90 y era un orgulloso sobreviviente de su generación.
Su carrera, en la que no se puede pasar por alto ese proyecto de culto que fue Temple of the Dog, era hasta el momento un ejemplo de cómo se pudo mantener en pie uno de los edificios fundamentales del rock de las últimas tres décadas, sin perder la coherencia ni la capacidad de interpretar la naturaleza humana, por más que, se sabe, pueda doler eso.
La realidad indica que Chris, uno de los últimos iconos del grunge, no se sentía demasiado cómodo con el sentido de la vida( sea lo que significa eso) pese a todas las comodidades de las que se rodea una estrella de rock y cayó, finalmente, presa de la misma sombra que arrastró a la eternidad a los eternos héroes del grunge.












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18 de mayo de 2017
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19 de mayo de 2017
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